Uno, dos, tres…”, cuenta Luis en voz baja, mientras lanza un golpe con el brazo derecho hacia el aire. Sus pies se mueven ágilmente, mientras coloca los codos pegados al cuerpo. En una de sus piernas estrena una prótesis nueva; un modelo recién hecho con refacciones estadounidenses que permiten tener amortiguamiento y practicar su deporte favorito: el boxeo.

Luis Solano, originario de Celaya, Guanajuato, tiene 24 años. Se dedica al boxeo desde los 12. Al cumplir 19 años sufrió un accidente automovilístico en un viaje de trabajo. “Seguí peleando de los 19 hasta los 21 con una prótesis, pero no era muy funcional. Sí peleaba y todo, pero se atrofió y me dijo el doctor: ‘¡Es para que camines de tu casa a la escuela, no para que hagas un deporte riguroso!’; No me dejaban hacer nada con ella y pensé: ‘¡Tengo 19 años, quiero hacer más cosas todavía!’”.

Luis inició su carrera como deportista después de ver algunas peleas en un gimnasio ubicado cerca de la casa de su abuela. A los 12 años se acercó al deporte; dos años después debutó en el boxeo amateur.

Con disciplina, ganó varias medallas y reconocimientos locales y nacionales. En 2008 se coronó como campeón estatal de Guanajuato y en 2009 ganó la medalla nacional de bronce. Dos años después, cuando ya formaba parte del boxeo profesional, sufrió un accidente automovilístico en la carretera de Morelia rumbo a Celaya. El accidente en junio de 2011 lo mantuvo siete meses fuera del cuadrilátero.

“En ese momento no pasa nada por la mente, te quedas en shock. Me quedé varios años en un inter de no saber si estaba o no estaba. No sabía ni qué. En ese momento no pensaba nada, sólo era el shock de la carrera deportiva trunca; no me imaginaba volver a boxear. Estaba en las nubes. Era muy difícil.

“En diciembre de 2011 ya estaba peleando otra vez con una prótesis. No pasaron ni siete meses cuando ya estaba otra vez; eso no me dio tiempo de tener un duelo como tal o una depresión. Fue tan rápido que por pura inercia seguí peleando y no me dio tiempo de asimilar todo... hasta que me dejó de quedar la prótesis”, agrega.

Durante dos a tres años Luis se dedicó a las peleas profesionales y alrededor de un año utilizó una prótesis en una de sus piernas. Del accidente sólo recuerda el trayecto de regreso a Celaya, cuando el automóvil de la empresa donde laboraba salió disparado de la carretera hacia una zanja.

“No era para box”

Durante casi dos años utilizó una prótesis sencilla para boxear. El desgaste y las refacciones de algunas piezas provocaron que dejara de utilizarla por el alto costo que representaba mantenerla en funcionamiento. Después de varias peleas y victorias en el cuadrilátero, se vio obligado a dejar la prótesis y el boxeo temporalmente.

“Antes del accidente tuve campeonatos, después sólo peleas y las gané bien. Gané cinco y tuve un empate; fue casi un año y medio lo que peleé con la prótesis y ya no me quedó, porque no era para box. Hubo muchos cambios y muchas cosas que no le funcionaban y desde 2013 ando con las muletas. La prótesis era muy cómoda, hasta que me empezó a lastimar porque ya no entraba (al muñón)”, señala.

Pese a existir proyectos para volver a retomar su carrera deportiva, ninguno se concretó y el regreso al cuadrilátero se pospuso por cuatro años. No obstante, hace un par de meses se encontró con el boxeador profesional, Andrés El Jaguar Gutiérrez, queretano y actual campeón de peso.

“Me vine a Querétaro buscando suerte y oportunidades, porque Celaya es más chico y no hay tantas. En Santa Rosa Jáuregui vino un luchador que se llama Cochinito Montiel, que ha salido en la tele, es muy famoso y estuvo dando una función. Yo fui y me volví a encontrar con Jaguar. Él me dijo: ‘¿Por qué andas en muletas, si yo te vi peleando con prótesis?’, pero así eran las cosas, no había recursos”, dice.

Después de su encuentro con El Jaguar, Luis se mudó a Querétaro, en Lomas de Casa Blanca, donde decidió regresar al cuadrilátero. Así conoció el Centro para Rehabilitacion Integral de Minusvalidos del Aparato Locomotor (Crimal), la fundación que después de casi cuatro años de andar en muletas, le consiguió una prótesis creada especialmente para soportar un deporte de alto impacto, como el boxeo.

Segunda oportunidad

La prótesis está valuada en 120 mil pesos aproximadamente. Crimal ayudó con la donación de una refacción, cuyo costo se estima en 80 mil pesos. El resto le corresponde pagarlo a Luis, a medida de sus posibilidades. Sin embargo, Luis reconoce que persisten algunas dificultades, como el desgaste y el cambio de refacciones.

Sus estudios, menciona, llegan hasta la secundaria y conseguir trabajo es complicado. Recientemente entró a laborar en una fábrica que ofertó un programa para personas con discapacidad. De esta forma, alterna su trabajo, a la par que canta en bares y se sube a camiones.

“Artista, como tal, no me considero, pero a raíz del accidente tuve que hacerlo… Yo quiero volver a pelear de forma profesional, pero me da miedo que le pasé algo a la prótesis... que tenga que cambiarle cosas y ahorita como voy a empezar a entrenar fuerte, por el uso va a volver a darse un cambio y voy a tener que cambiarle piezas. Eso es de rigor. Voy a necesitar como tres cambios de zoque y no hay dinero para hacer ese gasto”, dice.

“Es complicado y lo mejor sería buscarme un promotor particular y pelear, pero si no puedo poner refacciones seguido a esta prótesis por el box y la economía, ya no voy a pelear, sólo me aventaría a una última pelea en agradecimiento a la gente que me ayudó moral y económicamente”, dice.

Para su “última pelea”, dice que le gustaría rentar un sitio grande, regalar cortesías y pelear “por puro gusto”. Admite que le gustaría seguir en el boxeo hasta las 31 año pero dice que “uno quiere muchas cosas y luego no sé puede”.

“Yo creo que la idea sería aventarnos la última y ver qué pasa… Con una situación así la vida te cambia 200%. Maduras un poquito más, incluso antes de lo que deberías porque un accidente así te hace cambiar y valorar cosas que no hacías… a veces no valoramos el simple hecho de ir a la tienda. Antes me levantaba y corría siete kilómetros; a veces me levantaba y decía: ‘¡Qué hueva ir a correr!’ No valoras caminar de aquí a allá y uno diría. Son cosas muy insignificantes que no valoras cuando estás completo… esas cositas, como hacer una sentadilla, poderte agachar, cualquier cosa. Maduras un poco más porque la vida te da un golpe muy fuerte”, concluye.

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