Don Dolores Martínez Álvarez, o El Lila como lo conocen desde la infancia, espera junto a su camión la hora de la salida de los peregrinos que irán a la Basílica de Guadalupe. Desde 1976, en su viejo camión Ford rojo, les brinda a los peregrinos el servicio de carga de sus pertenencias, “nada más que me den algo para la gasolina, lo que ellos quieran”, dice.

Originario de San Juan del Río, Dolores, narra que en su juventud trabajó como repartidor de gas en varios municipios queretanos, pero un día decidió retirarse.

Le pidió a su patrón un dinero a manera de liquidación, y con esa suma se compró el vehículo que usaba para hacer mudanzas, pero durante la peregrinación acompaña a los fieles llevando sus cosas.

El hombre aprovecha para narrar el porqué de su apodo. Dice que cuando era niño, en la escuela eran normales las peleas. Un día fue su turno y terminó con los ojos morados. Cuando llegó a la escuela sus amigos comenzaron a burlarse de él. Uno de ellos le dijo “ahora sí te dejaron los ojos morados”. Pero otro le dijo que “no eran morados, eran color lila”. Desde entonces, Dolores es conocido como El Lila.

El hombre es acompañado de su nieto, quien es su relevo al volante.

“Siendo uno católico hay que acudir a ver a nuestra madrecita [La Virgen de Guadalupe] a donde vamos todos. Llegó el momento en que me dieron ganas de cooperar con mi carchachita a los hermanos peregrinos con sus maletas a postrarnos a los pies de nuestra madrecita”, dice.

Su nieto le acerca un plato desechable y un vaso de café. Dolores lo toma para colocarlos en el piso del área de caja de su camión, a donde hay algunas maletas y bolsas de la gente que camina.

Dolores dice de memoria todos los puntos por los que pasa la peregrinación, y en donde hacen paradas durante las dos semanas que durará.

Agrega que su familia lo anima a seguir con este servicio, además de que no lo dejan sólo en el camino.

Destaca que los peregrinos, desde su punto de vista, deben de saber “a qué vienen”, pues no pueden venir pensando en jugar. “Si uno toma parte en esto es para reflexionar un poco en nuestro modo de ser, porque a eso venimos. El sacrificio que hacemos aquí es el que debemos brindarle a nuestra madrecita al llegar allá, y pedirle que nos haga buenas personas, que es muy difícil, porque la juventud ya está muy descarriada”.

Confía en que tendrá buen camino durante estos días, además de esperar que quienes participen en la peregrinación no se alejen de la fe, y que “tengamos fuerzas para caminar, hasta que Dios nos lo permita”.

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