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Primero, Fernanda Pinette fue secretaria en el edificio sede de la policía en la Ciudad de México; aunque siempre quiso ser aeromoza. De niña le gustaban los aviones, le gustaba volar. Un día, trabajando en las oficinas de la Secretaría de Seguridad Pública local, escuchó las hélices de un helicóptero que sobrevolaba la zona; preguntó y le dijeron que ese vehículo era de la policía... “y entonces.. quise aprender, quise formar parte de ese equipo”.
Los servicios de ambulancias aéreas, como se les llaman, iniciaron en 1971. Desde ese entonces hasta este 2018, se han realizado 13 mil 098 vuelos. Mayormente realizan servicios por traslado de heridos por arma de fuego, por quemaduras, y en tercer lugar, por traumatismos severos. También se han realizado viajes por infartos, neumonías, intoxicaciones, hemorragias, entre otros.
Fernanda estuvo seis años en actividades administrativas en la corporación, después tomó un curso de paramédico. Luego, formó parte oficial de los Cóndores, un grupo de pilotos, policías, paramédicos y mecánicos que sobrevuelan la capital para realizar tras- lados de enfermos, detección de sospechosos en operativos, en manifestaciones, en eventos masivos, control de incendios y, monitoreo de daños después de temblores.
Esta anécdota Fernanda se la cuenta a sus hijos, una chica de 17 y un niño de 8 años: “Era un tras- lado de una paciente que tenía un puñal clavado en la parte frontal. La señora hablaba... yo estaba impactada porque me preguntaba cómo es que hablaba. El traslado fue sin mover el puñal. Cuando nos enteramos, la señora salió bien del hospital. El puñal no dañó nada en su cerebro. Por eso yo les digo a mis hijos que tener un helicóptero ambulancia en la Ciudad es increíble”.
Durante 2017, las ambulancias aéreas, según las estadísticas, atendieron a 265 adultos; 48 menores y 34 policías. En total, realizaron 347 viajes. Su flota es de 20 helicópteros, 13 de ellos son multipropósito: en menos de tres minutos se convierten en ambulancia porque tienen equipo portátil médico.
Después de 20 años como parte de los Cóndores, Fernanda ha realizado distintas actividades dentro de la Dirección General de Servicios Aéreos. Fue paramédico, fue piloto y ahora es subdirectora del Centro de Capacitación. Tomó la decisión de dejar los controles del helicóptero por la importancia de su rol en casa: “Tú como mujer formas parte importante de la familia, como mamá y entonces decidí ya no volar. Me metí al centro de Capacitación, donde he aprendido muchísimo. Hay muchas cosas bonitas ahí. Para mí, la vida de mis hijos era tan importante, entonces el riesgo de volar ya no lo tengo. Para mí, estar en Cóndores ha sido de los mayores satisfacciones en la vida”, dice.
Los fines de semana, en las instalaciones de Cóndores, que están a un lado de el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, las familias pueden ir a tomarse fotos a un lado de los helicópteros. Ahí los paramédicos y mecánicos explican a los más pequeños cómo es volar y atender emergencias. Una de las frases más cercanas al primer vuelo de Fernanda es “empiezas a sentir una sensación en todo tu cuerpo, y cuando pierdes el piso, y estás arriba y ves las calles chiquitas, las casas, dices qué inmenso”.