En Neblinas, en lo más recóndito de la Sierra, el olor a tierra mojada se mezcla con la naturaleza y la fe del pueblo católico. Aquí poco a poco llegan desde la madrugada diferentes mujeres, algunas calladas, otras sonrientes, pero todas dispuestas a una travesía que durará 16 días, tiempo en el que se da paso a los pensamientos internos.

“Para agradecer a Dios”

Al amanecer se escuchan las campanas de la ermita, el sonido tipo corneta, anuncia el gran día. En los hogares se ofrece café que se cultiva en esta comunidad.

Entre la gente está Sandra Albarrán de Calzada, saluda, desayuna y se toma fotos con las peregrinas que traen su celular. La mujer se declara ferviente devota de la morenita del Tepeyac.

“Estoy muy contenta de estar nuevamente en esta peregrinación, con un grupo de mujeres que nos contagian, la fe mueve montañas, es la que nos tiene aquí, hoy la comparto con todas las presentes, yo vengo como una más de las peregrinas, para estar cerca de ellas, es imposible caminarla y no regresar, éste es un momento para agradecer tanto que nos da Dios, ¡hay que volver a creer!, por estar sanos, por el lugar donde vivimos”, declara.

Con retraso

La cita era a las 7 de la mañana, pero la lluvia retrasó la llegada del obispo Faustino Armendáriz, mientras tanto se prepara la misa.

Cerca de las 9 de la mañana hace su arribo el párroco, es recibido con mas aplausos y porras que cualquier político. El hombre pregunta “que si por ahí esta la Señora Sandra”, ella levanta la mano y dice, “aquí estoy señor”. Faustino Armendáriz responde: “bienvenida, la esperaremos siempre”.

El obispo bendice a las peregrinas, les da la sagrada comunión, y les pide el reencuentro con el señor. “Dios es el camino, hay que creer mas en él, tenemos que disfrutar el encuentro con nuestros hermanos, la peregrinación es para dar un testimonio de vida, porque caminamos con una meta, y nuestra motivación profunda es la fuerza del espíritu santo, que nos impulsa a vivir como bautizados y a estar de pie”.

Es tiempo de partir, las peregrinas se abrazan, los zapatos, tenis y huaraches se hunden en el lodo, respiran profundo y comienzan a rezar. Con la lluvia comienza su caminar, la montaña será testigo de sus pensamientos y su meta, de sus rezos y cánticos.

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