El policía es considerado para muchos figura de valentía, al ser una persona que arriesga su vida para salvar la de otros. Los policías son hombres y mujeres que ponen en riesgo su integridad a diario ya que han decidido ejercer esta labor en la sociedad por lealtad a la profesión, ya sea por cuestiones generacionales o para tener un mejor futuro para su familia.

Reyna Sánchez Jiménez, de 46 años de edad, es un ejemplo de esta dura profesión. Además de desempeñarse como madre y ama de casa, ella pertenece a la corporación de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC).

Y aunque hacer un balance entre ambas obligaciones, hogar y trabajo, le ha sido difícil, dice que se siente orgullosa de ejercer esta profesión desde hace 14 años, cuando a los 32 años de edad, un año antes de la edad límite para ser policía, decidió reclutarse para este cargo por necesidad económica.

Asegura que la decisión fue difícil de tomar en ese tiempo ya que al ser madre soltera de dos varones, en ese momento adolescentes, no contaba con quien dejarlos durante su ausencia. Aun así, y ante las ganas de brindarles un futuro mejor, los tuvo que dejar muchas noches y días solos para irse a ganar el pan de todos los días.

“Al principio fue por necesidad que entré de policía; anteriormente trabajaba en casas, no me avergüenza decirlo, pero era mucho trabajo y poco lo que se ganaba, entonces me enteré de la convocatoria para entrar a policía, me decidí, fueron tres meses de internado y aunque tenía a mis hijos pequeños, tuve que hacerlo, de lo contrario mi edad ya no me lo iba a permitir, a partir de ahí cambio mi vida económica, porque tuve mejores sueldos y prestaciones”, comenta.

Su rol como madre y policía

Al cuestionarle qué tan difícil fue combinar su trabajo de policía con el papel de madre, Reyna recuerda que “fue muy difícil; al principio me decían que no, ‘mamá, así comamos tortillas y frijoles no queremos que seas policía, es riesgoso, te vayan a matar’, y les comentaba que para morir no es necesario ser policía, el día que Dios determine ese iba hacer, que estaría bien, y que regresaría todos los días, pero sabiendo que quien es policía tiene horario de entrada y no de salida”.

Y es que a decir de Reyna, al inicio de su carrera policial, trabajaba en un horario de 24 por 48 horas, 12 por 24 y 24 por 24, lo que implicaba que tenía que dejar a sus hijos solos, por lo cual tenía que preparles los alimentos; mientras que ellos tenían que bañarse, cambiarse e irse solos a la escuela.

“Tenía que dejarlos solos, pero al ser yo una mujer sola, sin pareja, les tuvo que enseñar desde los dos y tres años de edad que tenían que valerse por sí solos, saber bañarse, cambiarse, porque tenía que salir a trabajar o nos íbamos a morir de hambre. Sí fue muy difícil, yo salía de casa y cuando les daba la espalda, empezaba a llorar, sentía feo y solo pedía a Dios que me los protegiera”, cuenta.

Acerca de si recuerda algún incidente de sus hijos debido a su ausencia, dice que “cuando estuvo en el colegio el más pequeño, se salió a jugar en un baldío y encontró una bala, la comenzó a golpear con una piedra, y le entraron las esquirlas por sus piernas, sus partes íntimas y lo tuve que llevar a urgencias al Hospital General, fue la primera vez y única que me castigaron, porque el día lunes tenía que presentarme temprano y llegué cinco minutos tarde, esto debido a la disciplina que se maneja”.

Sin embargo, Reyna dice que actualmente las cosas son diferentes ya que “ellos ya se han acoplado a mi estilo de vida, me dicen que se sienten orgullosos de mí, porque sola los he sacado adelante, y por hacerlos los hombres que son ahora de adultos”.

Para Reyna un día normal es levantarse a las 5:30 de la mañana, hora en que se baña; posteriormente se prepara un café y mientras lo toma, dice, se maquilla, o como ella dice se da un “zarpazo de tigre”, se cambia, se despide de sus hijos y parte a la corporación.

Una vez que llega a las instalaciones de la SSC, una unidad la traslada al módulo de Los Ángeles en Corregidora, donde tiene que iniciar sus labores a partir de las 8:00 de la mañana hasta las 3:00 de la tarde. Aquí realiza cuestiones administrativas, y cuando se requiere servicio sale a operatividad, lo cual, asegura, es común. “Un policía tiene que saber hacer de todo, desde que es hacer anti motín, recorrido en patrulla, que es manejar una computadora, y aunque cuando tengo un horario hasta las tres de la tarde, hay ocasiones en que se alarga hasta las 11 de la noche; me voy a casa y al otro día la rutina igual, excepto sábado y domingo cuando descanso”.

Aun cuando los hijos de Reyna ya son hombres adultos, asegura que la limpieza de su casa la realiza los fines de semana, ya que entre semana no le da tiempo para hacer su hogar y aquellos días en que llega a salir temprano, solo limpia “por donde ve la suegra”.

Su vida personal

Reyna reconoce que ha sido difícil encontrar una pareja que entienda su profesión: “ha sido muy difícil, y más que nada soy yo la que me hago esta situación difícil, porque ya me acostumbre, ya tantos años sola y de repente que me encuentre una pareja, porque si ha habido quien se me acerque, pero siento que no me van a comprender. Antes era un ‘no’ porque mis hijos estaban pequeños, y ahora considero que no necesito una pareja que me cele, me esté vigilando mi hora de salida del trabajo, para que estar discutiendo y no desgastarse, también por lo que viví con el padre de mis hijos y no quiero volver a sufrirlo.

Reyna rememora que “al principio era difícil, cuando llegué a la corporación no había mujeres que salieran a patrullar, entonces tuve que luchar contra el machismo, pero se ha ido avanzando; actualmente hay compañeras que les dan su patrulla, además que durante las detenciones se necesita que intervengan mujeres policías, pero tengo la satisfacción de que ha sacado a mis hijos adelante”.

La madre orgullosa de sus hijos y su trabajo dice que ser policía es una profesión que le ha ayudado a sostener a sus hijos en todos los ámbitos, pero que también la ha puesto en peligro, al enfrentarse en una ocasión a una joven que intentó suicidarse en un puente peatonal.

“Hace dos años, en un reporte, se nos dijo de una jovencita que se quería aventar en el puente de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) en el 5 de febrero, entraron dos compañeros, y al momento que llegan con la joven se les avienta pero con el peso se iban a caer junto con ella, yo que estaba arriba del puente, me aventé en la cornisa, encomendándome a Dios, con el peligro de caer en la parte que quería y entonces caerme sobre la avenida,;eso ha sido de lo más difícil, porque no teníamos seguridad”.

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