Y el estadio Maracaná se convirtió en una fiesta. La batucada en las gradas, las caderas de las mujeres en un movimiento cadencioso e hipnótico celebraban otro título en las vitrinas brasileñas. Sonrisas por doquier y la alegría más sincera del máximo país futbolero del mundo estaba en su apogeo.

Más que la conquista de la Copa Confederaciones, fue el aviso de que el cuadro verdeamarelha es el máximo contendiente para quedarse con el Mundial de 2014.

Brasil no podía fallar. Era el anfitrión del torneo, un año antes de la máxima justa, ante su gente y con los ojos del mundo a la expectativa por saber si en verdad podía retar a los máximos exponentes del futbol mundial. Cumplió y, para no dejar dudas, humilló en la final 3-0 a la monarca del mundo: España.

“Eso es lo que queremos hacer y llegamos a la final y ganamos. Cuando la gente decía que volvió el campeón fue algo fascinante. Sabemos que el camino es largo, pero ahora estoy seguro que van a respetar a Brasil y no vamos a cambiar”, dijo tras ganarle la final a los ibéricos, el estratega Luiz Felipe Scolari.

Había un mar de dudas alrededor de la canarinha. Pocos creían que ese chico de peinado exótico que se asemeja a una guacamaya, de nombre Neymar, sería capaz de llevar a la pentacampeona del orbe a los más altos niveles. Esa desconfianza crecía cuando enfrente estaba el cuadro español que había dominado a placer el mundo del futbol.

Final soñada. La que esperaba el comité organizador y el mundo del futbol. Brasil retó a España. Los sudamericanos le pegaron un baile con goleada incluida a los europeos. La inspiración de Fred (2) y Neymar, autores de los goles, fue demasiada para una pálida versión ibérica que terminó rendida a los pies de la canarinha.

Era la confirmación brasileña, el mazazo que necesitaba el pentacampeón del orbe para decir que está de vuelta.

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