A Miguel Layún le urgía terminar de quitarse a sus compañeros. El americanista recibió un sinfín de felicitaciones después de firmar el doblete (43’ y 61’), pero la que le importaba era aquella que le daría el hombre que nunca ha dejado de creer en él.

Rocosa y agridulce despedida tricolor, con el veracruzano y Cuauhtémoc Blanco como figuras. Sí, todo fue culpa de Layún, mas el chico consideró que la responsabilidad fue de su tocayo más querido, con quien se fundió en un abrazo bajo la cortina de agua.

Miguel Herrera aguardó por él en la frontera que divide a la zona técnica del campo. La graduación del ex “villano favorito” se presentó justo cuando la Selección Nacional más la necesitaba.

No hubiera sido posible sin la colaboración del meta Ariel Harush, quien enseñó sus carencias al atacar ambos zapatazos del lateral izquierdo. Los dos eran controlables. Se anidaron en el marco israelí.

Maquillaje para el aún descompuesto rostro de un equipo que la pasó mal ante los impetuosos, aunque precipitados hebreos. Goleada (3-0) marcada por el adiós del Temo y la lesión de José de Jesús Corona, mazazo que apagó la erupción generada por el segundo tanto de Layún.

Parecía una jugada de trámite… Hasta que el portero del Cruz Azul llegó demasiado comprometido a la búsqueda del esférico. Francisco Javier Rodríguez le golpeó en la cabeza de manera contundente. La sonrisa del Piojo se resquebrajó, al igual que la de varios seleccionados. Fueron momentos de dolor e incertidumbre. La ruleta construida por el entrenador nacional alrededor del marco fue rota en una fracción de segundo. No hubo de otra más que salirse del script y usar a Guillermo Ochoa.

Adiós con claroscuros. Mientras Corona era llevado al vestuario, tras perder el conocimiento durante unos segundos, la multitud ovacionó al ex portero del Ajaccio, quien se apuntó un incómodo triunfo moral.

Sentimiento experimentado por sus compañeros. Los que estaban en la banca se arremolinaron junto al “carrito de las desgracias” que trasladó a Chuy. La preocupación fue evidente. El partido cambió.

Andrés Guardado, Javier Hernández y Raúl Jiménez coquetearon con el gol; Marco Fabián sí superó al dubitativo Harush… Con la misma fórmula: fuerte disparo (85’).

El atacante de La Máquina se desgarró la voz en el festejo, pero se trataba de la noche de Layún, cuyo arrojo le permitió compartir roles protagónicos con Blanco.

No llegó el anhelado cuadragésimo tanto con la camiseta nacional. Qué importó. El “Monstruo de las 100 mil cabezas” se entregó a uno de sus hijos más queridos, al que las piernas ya no le dan para materializar lo que concibe su cerebro, aunque todavía obsequia jugadas fantásticas. Fue relevado por Jiménez al 38’.

Adiós Temo. Adiós Tri. Que les vaya bien.

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