El 19 de diciembre de 1999, Héctor Adomaitis dio un golpe en la mesa de su casa cuando vio que Alejandro Glaría metía el gol que le daba el primer título a Pachuca y ponía en marcha la racha de finales de Liga perdidas por el Cruz Azul.

Fue la final que el “Ruso” no jugó, pero le dolió como si hubiera estado en el campo... Como le duele ahora, a la distancia, la crisis que vive el equipo cementero.

El argentino, criado en Chile, fue parte del campeón en el Invierno de 1997, pero de cara al Invierno 1999, misteriosamente salió.

“Teníamos un acuerdo de palabra que no se cumplió. ¿Quién no lo cumplió? Para qué decirlo ahora. Iba a jugar un año más, pero cuando vuelvo de vacaciones, [Guillermo] Mendizábal [entonces director deportivo de Cruz Azul] me anunció que me habían vendido a un equipo que nunca hizo contacto conmigo. Me dolió, hice coraje, pero me fui. Vine a Chile a jugar con Colo Colo y desde ahí vi esa final... ¡Cómo quería jugar ahí!”, confiesa Adomaitis, entrevistado vía telefónica.

Mientras, en el estadio Azul se jugaba el tiempo extra, minutos que fueron fatídicos para La Máquina. Marco Garcés tomó la pelota por la izquierda “y lo dejaron centrar, me acuerdo muy bien. Marco era un gran jugador, creo que el apellido no le ayudó mucho, pero tenía una gran calidad. La pelota le llegó justo a Glaría, quien no sé con qué le pegó y anotó. Me puse triste, porque si a un equipo quiero en México, junto con Santos, es Cruz Azul”.

Hoy, el juego que despliega el equipo de Francisco Jémez le gusta: “Claro. Como siempre, en todo equipo hay problemas, unos fáciles, otros difíciles, pero hay que buscar la consistencia en el juego”. Esta noche, es su última oportunidad.

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