Guadalajara.— El zapatazo de Paul Aguilar (15’) disminuye los decibeles, pero no merma el espíritu de un pueblo que ha sido reconquistado por ese amor que tanto lo hizo sufrir durante los más recientes años.

Es la tarde en la que el Guadalajara y su numeroso pueblo terminan de reconciliarse. Lo que sucede en el campo exprime los corazones, no los rompe. Queda claro con el trato de ‘rock star’ a Jorge Vergara. El dueño de las Chivas ya no tiene que apresurar el paso para llegar a su palco. Incluso, decenas de aficionados realizan una fila para tomarse la fotografía con él. No es más el ‘villano favorito’ de la gente. La salvación, además de la ruptura con Angélica Fuentes, le ha devuelto credibilidad ante la afición.

“¡Qué bueno que dejó a aquella!”, le gritan. No, el trámite del Clásico de Clásicos tampoco le hace difícil observarlo. A unos metros, varios aficionados parecen imitarlo. De la adrenalina en el inicio, a la desolación por el golazo del América, la tristeza por cada opción fallada y el éxtasis, cuando Aldo de Nigris vence a Moisés Muñoz.

Estampas de una jornada en la que se demuestra que el amor por el Rebaño ha vuelto, al tiempo que se confirma el embelesamiento de los seguidores rivales con su equipo. La directiva de las Chivas ideó una promoción para que la mayoría de la tribuna se tiñera de rojo y blanco, pero la popularidad de las Águilas es infinita.

Es por eso que los lunares amarillos alumbran todos los sectores del inmueble. Ninguno como el de la cabecera norte, justo donde no hay butacas. Con el fin de que no sea dañada su moderna casa, la cúpula tapatía deja en simple concreto la zona destinada a la barra visitante. Puño de americanistas que goza la agradable tarde jalisciense. Fuertemente resguardados, amagan con saltarse la reja que los apresa cuando cae el primer tanto. Simple reacción provocada por el delirio.

No les importa ser visitantes, mucho menos los 4 mil pesos que, algunos, desembolsaron para observar el duelo. El esfuerzo de la directiva rojiblanca y el municipio de Zapopan es grande, pero no alcanza para evitar la reventa.

El dispositivo montado impide que nadie sin boleto o acreditación se acerque al Omnilife a menos de 2 kilómetros. Da lo mismo. Sobre el Periférico o incluso dentro de algunos hoteles se realiza la compra-venta. Varios aficionados del Guadalajara prefieren ganar una importante cantidad y no ver el choque dentro del estadio. Para cuando muchos simpatizantes del visitante pasan los primeros filtros de seguridad, ya tienen el boleto. Sí, es el primer gol amarillo. Cae otro cuando logran mezclarse entre las innumerables elásticas rojiblancas. Hay mayoría del local, pero el huésped no está solo.

No se intimida con un ambiente de reconciliación y fe. En cuanto sale a calentar, Luis Michel solicita al mariachi que ameniza los acordes y la letra concebidos por Pepe Guízar. Es entonces que el ‘volcán chiva’ parece hacer erupción. “Guadalajara, Guadalajara, hueles a pura tierra mojada”.

La sangre alcanza el punto de ebullición. También la de Vergara, quien goza su retorno a los corazones rojiblancos. Lo comprueba con las muestras de apoyo recibidas durante el sufrido cotejo. El empresario observa decenas de pulgares hacia arriba.

Ironías del futbol, la tarde en la que halla diversos motivos para reconfortarse, el Guadalajara le da varios para sentirse triste. Hasta que De Nigris desata el júbilo. El dueño del Rebaño inicia el festejo cuando el espigado delantero recorta a Pablo Aguilar. Intuye el gol. Lo celebra como pocos.

No celebraba uno en el Clásico desde 2012. Durante sus dos funestos años, el Guadalajara la pasó mal ante América. Y su jerarca sufrió.

Pero la reconciliación ha llegado. Superar al rival más enconado habría sido el colofón a la jornada ideal, sólo eso. Tras el silbatazo final de Francisco Chacón, hubo aplausos para los jugadores y Vergara, quien atendió varias peticiones antes de dejar el Omnilife. Ha vuelto a ocupar un sitio en los corazones tapatíos, más allá del resultado.

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