MUNICH.— Bestia de piel roja y sangre caliente, capaz de devorar a las más fantástica pléyade de artistas en tan sólo 90 minutos.

Hasta Lionel Messi lució como un jugador promedio ante la furia bávara vestida de carmín. Goleada (4-0) que ha dejado en coma al hasta ayer, todopoderoso Barcelona, muestra de poderío a cargo de un equipo que sueña con ese trono teñido de azul y grana durante la más reciente década.

Eso explicó la desazón de la Pulga camino al vestuario. Algunos, como Xavi Hernández y Andrés Iniesta buscaron descargar su frustración en el árbitro húngaro Viktor Kassai. El astro argentino entendió que, pese a la polémica desatada en el segundo y tercer goles alemanes, lo que acababa de suceder era una auténtica hecatombe para los catalanes.

Hacía más de tres lustros que el Barça no perdía por una diferencia tan grande en la Champions League. Fue ante el Dínamo de Kiev, club carente de los blasones que distinguen al Bayern Munich, esa aplanadora colorada que luce con más de medio boleto para la final del 25 de mayo, en el sagrado césped del estadio Wembley.

Amargura desconocida para un grupo familiarizado con la gloria. No perdió su esencia, tuvo la pelota durante gran parte del juego. El problema es que se enfrentó con una bestia tan despiadada y mortífera como sigilosa y paciente.

Los hombres de Jupp Heynckes jugaron con los sentimientos culés. Les dejaron ilusionarse... Hasta que Dante decidió asestar la primera mordida.

Gigante de ébano y ensortijada cabellera, aprovechó sus 189 centímetros para bajar el esférico servido por Arjen Robben. Thomas Müller cerró la mágica pinza (25’). Entonces sí, inició una fiesta esperada cuatro años.

En la ida de los cuartos de final europeos de 2009, los catalanes noquearon al Bayern (4-0). Venganza consumada.

Obra maestra del plantel que, a partir del verano, será dirigido por Josep Guardiola, el hombre que construyó la muralla blaugrana derrumbada ayer.

La bestia roja lo hizo gracias al desequilibrio de Robben y Franck Ribéry, veloces como gacelas y con la elegancia de los cisnes, aunque su principal arma estuvo en la talla. Ocho titulares del club bávaro superan el metro con 80 centímetros de estatura; en el Barcelona, sólo cuatro.

Diferencia aprovechada en la táctica fija. El planteamiento de Tito Vilanova carece de defensa para el juego aéreo. Los germanos lo sabían, por lo que cada saque de esquina era un martirio para la zaga comandada por Gerard Piqué, cuyo look a rape y con barba lució como involuntario homenaje al entrenador que dirigirá a la bestia que le devoraba.

Müller ganó otra batalla en el cielo y sirvió a Mario Gómez, quien pareció estar adelantado. Kassai dio por bueno el gol (49’).

Con el rival cimbrado, el Bayern Munich mostró su faceta artística. Nadie como Müller, quien firmó su doblete con una feroz barrida (83’), pese a estar lesionado de la pierna derecha.

Nueve minutos antes, mutó en basquetbolista e hizo aquella inesperada pantalla que dejó fulminado a Jordi Alba y a Robben frente a Víctor Valdés. El genio holandés definió el brillante contragolpe.

El lateral izquierdo del Barcelona descargó su ira con un balonazo en el rostro de Arjen. Amarilla automática, suspensión para la vuelta.

Duelo que luce como trámite. Los bávaros propinaron a los genios de bolsillo su peor derrota en cinco años (todos los torneos).

Bestia de piel roja y sangre a punto de ebullición, capaz de intimidar a cualquiera con su furia.

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