PACHUCA.— Hay un viejo dicho que está bien dicho y que reza así: “De que lloren en su casa a que lloren en la mía”. Pero qué sucede cuando los rivales, los dos que compiten, son de la misma estirpe.

¿Difícil, verdad? En Pachuca y en León, parece que ya definieron ese pequeño problema y el problema está en que no hay problema. El que gane gozará, quien pierda llorará y llorará bien, no importa que sean de la misma familia.

La afición que visitó el Hidalgo para vivir en carne propia la gran final, piensa lo mismo. No importa que la familia le vaya a otro equipo, “quiero que gane el mío”.

Así piensa don Antonio Martínez, tuzo de corazón, quien trajo a su hijo, Marco Antonio, a vivir la final, aunque él le vaya al América.

“Quiero que gane el Pachuca, claro está”, dice el taxista.

Y la pregunta se hace. ¿Qué pasaría si su hijo le fuera al León este día? ¿Quién le gustaría que ganara? Don Toño ni lo piensa, ni voltea a ver al pobre Marco, quien ni entendió la pregunta. “Mis Tuzos, claro está”.

—¿No importa que su hijo sufra?

“No, para qué no le va al Pachuca. Es su culpa”, dice convencido el chafirete, que jala a Antonio, “pa’ agarrar lugar, no nos lo vayan a ganar”.

Y es que una cosa es una cosa, y otra cosa, otra cosa. “La familia y el futbol no se juntan. Es muy aparte”, argumenta don Ramón Cedano, quien trajo a su hijo a ver coronarse a León. “Viajamos bien temprano y conseguimos boletos en la reventa, a 2 mil pesos. Pero va a ganar el León”.

La misma pregunta se hace y la misma respuesta hay. “Mira, será muy mi hijo, pero el equipo es otra cosa. No importa que gane mi equipo y que mi hijo llore. Tiene que aprender a perder. Así es la vida”, sentencia.

—Pero es su sangre.

“Y qué. El equipo está muy por encima de la familia”.

Eso que es sólo un juego. Un juego en el que están inmersos padre e hijo. Cosa de negocios.

—¿Qué le parece que los dos equipos sean del mismo dueño?

“Nada, no me importa nada”, afirma don Gerardo Noguez. “Mira, al final, el negocio es de ellos, y ellos sabrán si se hacen trampa. Yo aún creo en el futbol y espero que no rompan mi ilusión, ni la de mi hijo”.

Su hijo se llama Carlos Gerardo y como el padre le va al Pachuca. “Si mi hijo le fuera al León, pues sí tendría por ahí algo de sentimiento al verlo llorar, porque va a perder. Me dolería verlo llorar, pero de que llore él a que llore yo. Pero sólo es futbol”.

Futbol, el deporte que mueve al mundo, el deporte que hace olvidar por 90 minutos, todo lo que rodea al individuo. Aunque sea su misma familia... Su sangre.

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