Hasta que se midió a un adversario proveniente del auténtico fin del mundo, la Selección Mexicana recuperó el punch extraviado durante la más cruel de las eliminatorias mundialistas.

Eso explicó que Miguel Herrera remasterizara el “haka”, típico baile neozelandés que muestra respeto al adversario, pero también busca intimidarlo, cuando Oribe Peralta exorcizó los pocos fantasmas que aún deambulaban sobre el césped del Estadio Azteca (48’).

Carismático hombre que cumplió su palabra: viajará al fin del orbe sólo para cumplir con el trámite, porque la penosa reclasificación mundialista luce sentenciada con el 5-1 que despertó al Coloso de Santa Úrsula.

El América reforzado impuso su mayor peso ante el endeble monarca de Oceanía. Los oscuros pasajes de 2013 quedarán en simple anécdota gracias al Piojo y sus “rescatistas”.

Tarde de reconciliación. La gélida temperatura fue olvidada por un pueblo que calmó su sed con el néctar de la gloria. La versión tricolor de las Águilas lo halló ante un rival tan limitado futbolísticamente como incapaz de soportar la exigencia de jugar a 2 mil 230 metros sobre el nivel del mar.

Para cuando los Kiwis intentaron reaccionar, los verdes ya se parecían mucho más al representativo que solía devorar contrincantes en el Estadio Azteca.

Demoró poco más de media hora en aniquilar al de ayer. Raúl Jiménez y Paul Aguilar desataron la ira del intranquilo Piojo... Hasta que el lateral derecho encontró premio a su arrojo.

Miles de corazones dejaron de palpitar cuando el meta Glen Moss y el central Iván Vicelich atropellaron a Peralta. Todos, incluso los seleccionados mexicanos y neozelandeses, esperaban la marcación del penalti. El único que no frenó su carrera fue Paul, quien anotó (31’).

El primer gol de Peralta hizo que Herrera se despojara del recato. Estiró y recogió los brazos repetidamente, mientras levantaba la pierna derecha y rasgaba su garganta con el gemido de la victoria.

Versión remasterizada del “haka”, copyright de un hombre que gozó su debut.

Funcionó lo planeado. Además de utilizar otra banca, El Piojo se negó a emplear el vestuario que la Selección utilizó en el hexagonal. Se refugió en el que conoce, el que esconde los secretos del América... Y cumplió.

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