El arbitraje del salvadoreño Joel Aguilar terminó por ser un trabajo muy localista. Se reclamaron dos penaltis por sendas manos, ambos a favor de México. En mi opinión, el primero, cuando apenas habían transcurrido cinco minutos, se trata de una mano no deliberada, ya que el balón le pega a DaMarcus Beasley en la mano tras fallar un cabezazo; sin embargo, el otro, al minuto 90, era una clara pena máxima a favor de los nuestros. El árbitro aplicó criterios diferentes, no midió con la misma vara y perdonó varios cartones preventivos a los estadounidenses, mientras que con los mexicanos fue más severo. Afortunadamente, al final se hizo justicia, porque la virgen todo lo ve.

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