El presidente se quitó la máscara. Su pretendida lucha democrática de casi cuatro décadas fue a dar a la basura apenas tuvo el poder en sus manos. Su rostro quedó al descubierto:

Pluralista como Daniel Ortega. Quiere en la cárcel a sus opositores. Acusa de traidores a la patria a los legisladores por el “grave delito” de representar a casi la mitad de la población que, en una elección constitucional, votó contra su proyecto.

Incluyente como Carlos Salinas de Gortari.- A quienes no piensan como él, ni los ve ni los oye. Como nunca, ha cancelado el diálogo. En su credo, dialogar es pecado mayor. Hay que cumplir su palabra al pie de la letra. Sólo su voz vale y quien le diga que no, debe ser combatido.

Demócrata como Vladimir Putin.- Por años, exaltó la libertad de expresión y de información. Se aprovechó de ella para hacer campaña. Ya en el poder, alimenta a una corte de aplaudidores a sueldo y persigue a quien ejerza esos dos derechos fundamentales en democracia. Frente a la realidad, lo de él son las mentiras, la propaganda. Si lo criticas, serás denostado. Si lo investigas, serás hostigado. Si documentas su corrupción, serás perseguido.

Legalista como Nicolás Maduro.- Si la Asamblea Nacional tiene mayoría opositora, hay que invalidarla. Si los jueces fallan contra el gobierno, que los atropelle el Tribunal Supremo. Así procedió Maduro en Venezuela. Aquí la consigna es: “a mí no me vengan con que la ley es la ley”.

Soberanista como Antonio López de Santa Anna.- En el siglo XIX, el caudillo defensor de la patria, terminó doblándose y entregó la mitad del territorio. Eso sí, su pierna  fue sepultada con honores militares. En el siglo XXI, la soberanía se entregó enviando 26 mil soldados a perseguir migrantes tal como lo ordenó el presidente de la potencia vecina. Y en Tijuana se rindieron honores a la “negociación heroica”.

Defensor de los pobres como el FMI.- Ni el Fondo Monetario Internacional ni Ronald Reagan ni Margaret Thatcher se hubieran atrevido a sugerir o aplicar la austeridad presupuestaria decretada en este sexenio en México. Ni frente a la pandemia se aprobó un peso de apoyo a pequeños empresarios para que sobrevivieran y sostuvieran a sus empleados.

Su desaparición de programas sociales –desde comedores comunitarios hasta estancias infantiles— tiene un saldo claro: en tres años logró 2.9 millones más de pobres, 2.1 millones más en pobreza extrema y pasamos de 21 a 36 millones de mexicanos sin acceso a la salud pública.

Todas las mañanas, el hombre más poderoso de México narra desde su palacio —en transmisión televisiva, radiofónica y digital en vivo— su gesta heroica. Se exalta a sí mismo al colocarse junto a Morelos, Hidalgo, Juárez, Madero y Lázaro Cárdenas. Todos los días, en sus acciones y omisiones, se coloca al lado de Ortega, Salinas de Gortari, Maduro, Putin, Santa Anna y el FMI.

El héroe nacional no es como lo pintan.

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