Hoy México sufre una cuádruple catástrofe: sanitaria, de seguridad, económica y política que demanda una respuesta pronta de la reserva intelectual, moral y espiritual de nuestra sociedad, para retomar el progreso.

Banxico anunció que la recuperación de la crisis económica (esto es, volver a los índices de 2018) durará 6 años, lo cual significa que el supuesto crecimiento que el presidente presuma como logro de su gobierno en este lapso, no será sino apenas tapar el hoyo que su omisión generó ante la pandemia. Se reconoce que económicamente este sexenio está oficialmente perdido y que hay un daño significativo en la generación de empleo, riqueza y bienestar para las siguientes generaciones.

En México los desastres, las crisis y conflictos, entre otros, son tradicionalmente detonantes de la solidaridad social a favor de las víctimas. El apoyo destinado a paliar el sufrimiento de los damnificados suele percibirse en su parte material y económica, aunque de manera imperceptible existe una gran riqueza humana, moral, espiritual e intelectual, orientada a reforzar la esperanza, confianza, unidad y fraternidad social en apoyo a los afectados.

Aunque la respuesta suele ser coyuntural y limitada —concluye con la entrega de la ayuda—, la circunstancia actual exige un esfuerzo estratégico de largo aliento para reconstruir el tejido social dañado por la polarización y división ocasionada por este gobierno; por los antivalores que destruyen a las personas y las familias; por la incompetencia de los funcionarios públicos que arribaron con esta administración; y, por el extremismo ideológico hacia el que pretenden llevar a México. Modelo arcaico e históricamente fracasado.

La dimensión del daño es grande pero el propósito no debe ser sólo la recuperación, sino el progreso con bienestar. Casos como la India (con casi mil 370 millones de habitantes) nos sirven de referente para ilustrar el papel de la sociedad y del gobierno en la construcción de la grandeza de una nación. En 10 años (2006-2016), sacó de la pobreza a más de 271 millones de personas (47 por minuto).

Los empresarios entendieron que si dotaban a 50 millones de pobres de poder adquisitivo habría un crecimiento económico espectacular, pero con el ascenso de 250 o 300 millones de pobres a la clase media se convertirían en una de las naciones más desarrolladas del mundo. Su inversión fue doble: económico-financiera y educativa.

Siendo su objetivo la fortaleza nacional, la creación de riquezas, adoptaron escuelas para mejorar la educación de la población, que los ha convertido en vanguardia en áreas como la creación de software.

México requiere que sus mejores hombres: líderes sociales, intelectuales, educadores, guías espirituales, científicos, técnicos, empresarios, etc., se unan bajo un mismo objetivo. Lo importante no es sacar del poder al mal gobierno, sino construir las bases del desarrollo. Crear bien y progreso, a pesar de los gobernantes.

Se parte de definir los valores que sustenten este proyecto; integrar a las personas y sectores capaces e interesados; definir conjuntamente los objetivos, estrategias, acciones, plazos, metas y responsabilidades. No es necesaria la participación de partidos o gobiernos, ni permiso de nadie, sólo que las buenas conciencias actúen. Los gobiernos pasan, la sociedad perdura.

Periodista y maestro en seguridad nacional

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