José Emilio Pacheco inició su poema

“Alta traición”, con una declaración inimaginable:

“No amo mi patria. / Su fulgor abstracto es inasible. / Pero (aunque suene mal) / daría la vida / por diez lugares suyos, / cierta gente, / puertos, bosques de pinos, / fortalezas, / una ciudad deshecha, / gris, monstruosa, / varias figuras de su historia, / montañas / —y tres o cuatro ríos”.
Además de ser un gran poeta, Pacheco era un investigador capaz de hurgar en veinte libros persiguiendo un dato, llenando su prodigiosa mente de datos y anécdotas. Narró cómo fue publicado el poema “Suave Patria”, de Ramón López Velarde.

El presidente Álvaro Obregón, ávido lector, era también poeta; vio publicados sus versos en revistas y periódicos, como El Tucsonense, publicado en Tucson, Arizona, dirigido por un sonorense, Francisco S. Moreno.

Obregón presidió la celebración del centenario de la culminación del movimiento de Independencia, en 1921. Para definir gestiones culturales, a principios de ese año se reunió con José Vasconcelos, director del Departamento Universitario de Bellas Artes y rector de la Universidad Nacional. Vasconcelos autorizó la publicación del poema de López Velarde, sin imaginar la trascendencia de esos versos que nos llegan al alma:

“Suave Patria: / permite que te envuelva / en la más honda música de selva / con que me modelaste por entero / al golpe cadencioso de las hachas, / entre risas y gritos de muchachas / y pájaros de oficio carpintero”.

El México de López Velarde, durante el cambio de siglo, fue todo menos suave. El jerezano vivió el fin del Porfiriato, la revolución maderista, la lejanía del hogar, la pobreza y el dolor de parto de una nación moderna. Sin embargo, el poeta nos habló de una patria suave, dulce y acogedora.

La Secretaría de Educación Pública fue creada en octubre de 1921, con Vasconcelos como su titular. Una de sus tareas más importantes fue continuar la edición de la revista El Maestro, que se imprimía por miles y se distribuía de manera eficiente por toda la república y en los países hispanoamericanos. De ahí que autores como Jorge Luis Borges y Pablo Neruda hayan aprendido de memoria el poema “Suave Patria”, cuando eran jóvenes en Argentina y Chile.

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