El jueves, Morena dio a conocer una iniciativa de ley que, de primer momento, podría sumar el apoyo de muchos: prohibir a los bancos cobrar comisiones. Sí, esos molestos cobros que nos recetan hasta por estornudar en una sucursal. Es claro que a nadie le gusta pagarlas, y menos sabiendo que en México están muy por encima de las que se cobran en otros países. La Condusef y la Cofece han dicho reiteradamente que tienen que encontrarse vías para detener su crecimiento y moderar su aplicación y monto.

Pero ahí está justamente el punto: encontrar vías no quiere decir cambiar las reglas de un plumazo. Toda autoridad está obligada siempre a considerar las repercusiones económicas de sus decisiones. No lo hicieron los senadores morenistas, y por eso la bolsa y el dólar les comunicaron lo que opinan de sus ocurrencias los inversionistas. Y los mercados reaccionaron así, no sólo por la afectación directa a los bancos, sino porque les preocupa enormemente el modo de tomar decisiones del partido al que se le dio todo el poder en el Congreso.

En política, como mucho se ha repetido, pero poco se ha aprendido: la forma es fondo. Y en Morena decidieron que las formas no existen. No le avisaron ni a los bancos, ni al futuro secretario de Hacienda, ni al presidente electo.

La respuesta de Carlos Urzúa es de antología: reconoce las supuestas buenas intenciones de los legisladores, pero les recuerda que “mejorar la condición de vida de los mexicanos” no se logra “si no se toman en cuenta tanto los impactos en las finanzas públicas, como en la estabilidad del sector financiero”. Les dice, además, que si no saben economía básica, pregunten: “resulta importante que el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas (CEFP) de la Cámara de Diputados, órgano técnico consultivo para efectos financieros y fiscales, sea consultado previamente con el fin de que produzca reportes de viabilidad operativa y técnica, así como de impactos macroeconómicos”. Como dijeran los profesores de antaño: “la ignorancia se perdona. La pereza, no”.

Ya es hora de que quienes ganaron y están en el poder se den cuenta de que sus palabras y sus decisiones pueden tener consecuencias en la vida de todos los mexicanos. Todavía quiero pensar que para eso entraron a la política: para servir. Y el servicio implica recopilar información hasta donde humanamente sea posible para que cada decisión sea la mejor en términos de costos y beneficios. Parte vital de esa información proviene del diálogo, del acuerdo y de la discusión democrática.

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