Hoy quedará integrada la terna que será enviada al pleno del Senado para elegir al sucesor de Luis Raúl González Pérez al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

Uno de los dilemas es si lo que se busca es continuidad o cambio. Continuidad implicaría simplemente administrar la CNDH como hasta ahora; cambiar sería vanzar hacia una entidad capaz de ejercer una defensa más proactiva a favor de las víctimas y más cerca de la gente.

No cualquier perfil puede asumir el reto: además de una verdadera empatía y solidez de convicciones se requiere conocimiento del tema, experiencia para lidiar internamente con una gran estructura burocrática y capacidad para moverse dentro del conjunto de las instituciones públicas.

Indudablemente, el próximo titular deberá hacer valer la autonomía de la Comisión, actuar con independencia e imparcialidad. Hacerlo exitosamente requerirá de un temperamento especial para relacionarse con el gobierno y, en particular, con López Obrador.

La Comisión no debe verse ni como aliada ni como adversaria del gobierno. Lo más deseable hoy es un perfil que no antagonice abiertamente, como si ese espacio estuviese destinado a hacer oposición política, pero que sepa ser firme y tener una postura digna; que actúe con prudencia, sin estridencias ni sobre actuaciones.

De entre los 56 candidatos que se presentaron, José de Jesús Orozco es probablemente el más preparado y solvente en materia de derechos humanos. Con una sólida carrera académica, es autor y coautor de varios libros, investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y dos veces miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Sin embargo, difícilmente sería una opción de cambio porque implicaría que una vez más el nombramiento del Ombudsman recaiga en la UNAM y la CNDH se mantenga dentro de la órbita del establishment que ha dirigido los destinos del organismo por varios años.

De entre quienes podrían representar una opción de cambio está la oaxaqueña Elizabeth Lara Rodríguez, quien ha hecho un trabajo destacado con migrantes. Lara, a pesar de tener el corazón en el lugar correcto, no tiene todavía el conocimiento y la experiencia para desempeñar esa tarea. Su candidatura quedó comprometida, además, a partir de que el padre Solalinde fue a presentársela al presidente para supuestamente “darle un saludo”.

Hay otros candidatos que podrían encabezar una opción de cambio: María del Rosario Piedra Ibarra, hija de Rosario Ibarra, aunque mucho más ligada al activismo y desconectada de la función pública, y Ricardo Bucio, quien tiene la virtud de ser al mismo tiempo institucional y cercano a la sociedad civil, pero es percibido como cercano al PRIAN, por haber sido funcionario bajo sus administraciones.

Difícilmente representa una alternativa de cambio Luis García López quien fue funcionario de la Comisión por 15 años y Primer Visitador, además de ser titular del Centro Nacional de Prevención del Delito. Sobre él pesan algunas acusaciones de acoso sexual dentro de la propia CNDH y podría ser el candidato de Durazo.

Hay dos perfiles especialmente interesantes: Uno es William Chamberlain, consejero de la CNDH, quien ha tenido un papel relevante de acompañamiento a las víctimas en el terreno, con colectivos de familiares de personas desaparecidas y pueblos indígenas. Lamentablemente, carece de suficiente experiencia y conocimiento de la gestión pública.

El otro –quizás más viable-- es Arturo Peimbert, por su experiencia al frente de la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca, uno de los organismos con más fortaleza en el país, cuya experiencia podría ser utilizada para que la CNDH evolucione hacia una auténtica Defensoría Nacional, como Peimbert ha planteado.

En Oaxaca, Peinbert mostró valentía, al litigar contra Fox y Calderón ante la Corte Penal Internacional por los sucesos de 2006, estuvo del lado de las víctimas en Nochixtlán y acompañó el trayecto de la primera caravana de migrantes, donde llegó a denunciar la desaparición de algunos de sus integrantes.

@HernanGomezB

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