El martes de la firma del “adendo” al T-MEC, en medio de la euforia política, las paradas de cuello y la lluvia de elogios que se vivió en Palacio Nacional, hubo un hecho político que casi pasó desapercibido en el evento, pero que no fue menor: por primera vez, en el año y 10 días que lleva este gobierno, los líderes de la oposición en el Senado fueron invitados a un acto con el presidente López Obrador —con quien no se habían reunido ni en público ni en privado— y también por primera vez lo saludaron de mano e intercambiaron palabras, mientras el titular del Ejecutivo les hizo un reconocimiento público a su trabajo legislativo.

Y es que el presidente andaba tan contento por la firma del añadido al Tratado comercial (“como pollo en mole”, diría un senador) que esta vez no solo tuvo como sus invitados de honor y en primera fila del evento a los senadores opositores, sino que además los invitó a la comida de celebración que, en petit comité, se llevó a cabo después del acto oficial. En el Salón “Rojo” de Palacio Nacional, con apenas unos 20 asistentes, López Obrador festejó lo que llamó en su discurso “un día histórico” para los tres países de América del Norte.

En la larga mesa que dispusieron en el afrancesado salón de Palacio, al centro, como en la última cena de Miguel Angel, estaba el presidente, a su derecha, Christya Freeland, la viceprimerministra de Canadá cuyo vestido hacía juego con el rojo de las paredes, a la izquierda el representante comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer y al lado de él Jared Kushner, el influyente yerno y consejero de Donald Trump, seguido del embajador Christopher Landau y de la embajadora mexicana Martha Bárcena. Del gabinete por supuesto, el primero era Marcelo Ebrard, seguido de Jesús Seade, Alfonso Romo, Luisa María Alcalde y la secretaria Graciela Márquez.

Y enfrente del presidente estaban los líderes de la oposición en el Senado, todos: Mauricio Kuri, del PAN, que llegó acompañado de Gustavo Madero y Josefina Vázquez Mota; Miguel Osorio Chong, del PRI, que fue solo; de MC estuvo Clemente Castañeda porque Dante Delgado se disculpó por un tema personal; del PRD, Miguel Angel Mancera, y no podían faltar los aliados del PVEM, Manuel Velasco; del PT, Alejandro González, y del PES, Sasil de León. A la cabeza de los senadores iba el líder de Morena y presidente de la Jucopo, Ricardo Monreal, quien fue el operador de este primer encuentro entre la oposición y el presidente, y que tuvo que convencer a varios senadores que se mostraban reacios a acudir a Palacio por temor a un desaire.

Cuando terminaron de servir el pescado, la ensalada y los postres, llegó el momento de los brindis y ante la falta de vino, Marcelo Ebrard levantó el vaso con agua de jamaica para agradecer a los visitantes y el esfuerzo por terminar, entre tensiones y diferencias el T-MEC (al que algunos llaman con jiribilla por sus siglas el Tratado de Marcelo Ebrard Casaubon). Después de Ebrard brindó Poncho Romo, que también reconoció a los enviados de Washington y Ottawa y habló de los beneficios para el crecimiento y la inversión que traerá para las tres naciones.

Tras los brindis, llegó el momento del presidente que, a diferencia de la hora de discurso que aventó en público fue mucho más breve. Contento, casi eufórico, sabedor que ese martes había sido un día redondo para su gobierno —entre el T-MEC y la detención del “hombre fuerte” de su archienemigo y antecesor Felipe Caderón— López Obrador dijo que eran tiempos de “trabajar pensando en México” y tras los reconocimientos y las bienvenidas a los visitantes extranjeros y de dedicarle otra vez palabras muy elogiosas a Jesús Seade, volvió a reconocer “el gran trabajo de los senadores de todos los partidos, que se han portado a la altura de lo que necesita el país, haciendo a un lado las diferencias”.

Cerca de hora y media duró la comida tras la cual, entre brindis de jamaica, abrazos, elogios y reconocimientos mutuos, el presidente despidió a sus invitados. Lighthizer, Kushner y el embajador Landau partieron juntos; Freeland hizo lo mismo con su embajador Graemer C. Clark, mientras los miembros del gabinete se iban unos por su cuenta y otros acompañaban a López Obrador a su despacho. Los senadores salieron juntos y se subieron a la camioneta Splinter, la misma en la que habían llegado desde el Senado; los opositores iban contentos, pero más de uno comentaba que “por fin” el presidente se había dignado a invitarlos, mientras Ricardo Monreal salía como el concertador que hizo posible un encuentro que tardó más de un año en realizarse.

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