Poco después de haber entrado a cierta empresa internacional dedicada a la industria automotriz, Lorena recibió una buena noticia: su jefe le ofrecía una coordinación. Él le repetía que deseaba que ella creciera, así que aceptó gustosa. Se sentía segura de sus conocimientos y capacidades.

Pero poco a poco, las exigencias crecieron. Lorena fue acumulando logros en su nueva asignación y a pesar de que otros directivos se lo reconocían, ningún éxito era aplaudido por su jefe; es más, éste le sugería que los que le habían elogiado querían tener sexo con ella: “A mí ellos me lo han dicho”, le decía abiertamente.

Las cosas fueron subiendo de nivel. Comenzó a escuchar insultos, groserías, insinuaciones y palabras obscenas de manera consecutiva de parte de su jefe durante cuatro años. Los mensajes eran cruzados, porque a pesar de que éste no le reconocía los logros, le decía “qué bonita estás”, “a todos en la oficina les gustas”. Con el pasar del tiempo Lorena fue perdiendo la confianza en sí misma.

“Tenía miedo de hablar, era una buena empresa, si yo lo decía en recursos humanos, a la que iban a correr era a mí. La peor parte es que no tienes a quién acudir”, relata ahora luego de haber recibido terapia y haber recuperado la confianza en sí misma. Lo más fuerte, dice, es perder quien eres.

Aún con años a distancia, no tiene claro por qué aguantó el maltrato durante tanto tiempo, si fue por sueldo o comodidad. A los cuatro años, por fin decidió renunciar. Los maltratos continuaron hasta el último día que se fue: “Me decía que no encontraría trabajo, que no podría”. Por motivos de privacidad su nombre fue cambiado, pero su caso es una muestra para entender el acoso laboral.

En México el fenómeno no ha sido tan estudiado, pero de acuerdo con una encuesta realizada a más de 2 mil profesionistas por OCCMundial, 51% de los entrevistados habían sido víctimas de acoso laboral en algún momento.

La violencia en el trabajo se puede presentar de distintas maneras, puede ser de una sola vez o recurrente, sistemática y focalizada. A esto último se le ha llamado mobbing.

Más de 12% ha sufrido mobbing o acoso laboral recurrente y el 70% considera que ambos géneros está expuesto a la intimidación laboral.

Este término fue tomado prestado de la etología —parte de la biología que estudia el comportamiento de los animales— y usado en la década de los 80 por el psicólogo sueco Heinz Leymann para referirse al comportamiento agresivo ejercido por un grupo en contra de alguien en específico.

Las formas varían

Según la encuesta de OCCMundial, 30% fue víctima de calumnias o rumores; 18.6% de ser aislado o excluido; 18.5% de recibir insultos o apodos; 16.9% de ser ignorado y 11% de sufrir amenazas.

Para definirlo de una manera más general, se ha catalogado no sólo como una agresión proveniente de un grupo, sino también de una sola persona de manera focalizada a otra.

Hay diferentes tipos de violencia laboral, tales como lesiones, palizas, agresiones físicas incluso homicidios, etcétera, de acuerdo con una clasificación de la Organización Internacional del Trabajo.

Entre ellas, se encuentra el mobbing, acoso psicológico laboral, acoso moral o psicoterror; con cualquiera de sus nombres, esta forma de agresión ha captado la atención en los últimas décadas.

El mobbing tiene que cubrir ciertas características para que lo sea. Es selectivo -es decir, es dirigido-; es clandestino, ya que la violencia no se ejerce de manera abierta; tiene varias etapas que van creciendo con el tiempo; es continuo por lo que se tiene que ejercer una vez a la semana al menos por un mínimo de seis meses y se asocia con problemas como dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, de sueño, depresión y dolores musculares, explica Felipe Uribe, psicólogo especializado en acoso laboral de la Facultad de Psicología de la UNAM.

Todo por el poder

Verónica Díaz era jefa de difusión de un museo a nivel nacional. A diferencia del resto del personal que era sindicalizado, ella y los de su área estaban contratados sin ninguna prestación. La única ventaja es que no checaba tarjeta.

Poco después de entrar al museo, su área comenzó a dar buenos resultados, pero en vez de agradar, molestó a un grupo que comenzó a lanzarse contra ella y sus compañeros de área. “Que nos creíamos mucho, que nos quedaban grandes los cargos.

Ellos llevaron a todo el sindicato a presionar al director para que nos hicieran checar tarjeta completamente fuera de la norma”, explica.

En varias ocasiones Verónica mandó oficios a las autoridades sin obtener respuesta.

“Yo decidí irme porque aunque trataba de que no me afectara lo que decían o hacían, sí me afectaba, andaba enojada, estresada, me dolía el estómago… pensaba, “yo no me merezco esto”. Tenía ganas de golpearlos y desquitarme por una situación tan injusta… nadie puede sobresalir en su mundo mediocre. Defienden cotos de poder”, cuenta. Ahora no tiene trabajo fijo, pero asegura no les dio su salud, ni su vida.

Según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) 70% del acoso se ejerce contra mujeres.

El mobbing tiene distintos orígenes como la lucha por el poder y el ambiente de competencia. Puede darse a nivel horizontal entre pares, entre subordinados a jefes y de jefes hacia subordinados, explica Uribe, y tiene que ver más con el abuso de una persona que tiene poder hacia otro.

El mobbing no distingue lugares y se da en cualquier tipo de institución, explica Florencia Peña, antropóloga con estudios académicos en este tema.

Peña asegura que algo muy importante es que los blancos tengan claro que no hicieron nada malo para provocar el acoso, sino lo que hicieron fue afectar los intereses de un grupo, “muchas veces intereses deshonestos y mezquinos” y que no hay nada que puedan hacer para revertirlo, debido a que los intereses ya fueron afectados.

“Estos grupos de perpetradores de mobbing son muy audaces y no se ponen límites. Están constituidos por gente deshonesta que con toda tranquilidad inventa las peores mentiras y tiene mucha capacidad de manipulación”, afirma.

El fenómeno se fundamenta en la existencia de “contextos laborales tóxicos” que facilitan “los actos de comunicación hostil” en el trabajo, explica una investigación sobre el tema liderada por Peña.

Las consecuencias

Para medir las consecuencias véanse las cifras. Según Leymann, el primer psicólogo que dedicó sus estudios a este fenómeno, descubrió que 95% de las personas sometidas a este fenómeno desarrollaban estrés postraumático, el mismo asociado con la exposición a guerras, terremotos, asesinatos, explosiones o muertes violentas de alguien cercano.

La Organización Mundial de la Salud recomienda varias acciones para enfrentarlo: contactar a los supervisores responsables del bienestar de los trabajadores; contactar a recursos humanos; solicitar el traslado a otro puesto de trabajo; recolectar evidencia; identificar aliados como colegas, por ejemplo, y compartir experiencias con personas que hayan vivido situaciones similares.

En México es una lucha personal ya que no hay en realidad armas legales con las cuales protegerse. La nueva legislación laboral las contempla de manera “vaga”, explica Uribe. “En México es más una lucha personal que una social. A nivel internacional los que ayudan mucho son los sindicatos, pero en nuestro país los sindicatos no tienen interés”, explica.

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