El debate sobre la necesidad de lograr una recuperación del salario mínimo toca un aspecto esencial para México y el bienestar de su población. Durante los últimos 25 años se desvirtúo el papel de los salarios, se olvidó que su razón de ser no es el de ayudar a controlar a la inflación o el ser variable de ajuste permanente para elevar de manera, insostenible, la productividad o competitividad de la economía.

El problema es que después de más de tres décadas de crisis y estancamiento económico las mayores restricciones para aumentar los salarios las enfrentan las empresas pequeñas, que paradójicamente generan la mayor parte del empleo.

La evidencia estadística es contundente. De acuerdo con el Inegi, las unidades económicas con más de 1,001 empleados concentran el 43% de la producción bruta a pesar de solamente constituir el 0.03% del total. Pagan el 33.9% de las remuneraciones totales empleando solamente el 13.3% del personal total. Es claro que su capacidad para otorgar buenas remuneraciones es superior al del resto de las unidades económicas del país.

Cuando el análisis se realiza respecto a las unidades económicas que emplean hasta dos personas, micronegocios, lo que se tiene es el lado inverso de la historia: representan casi el 65% del total, emplean al 17.6% del personal total, pero solamente concentran el 1.4% de las remuneraciones.

Evidentemente que ello muestra las restricciones que tienen sus trabajadores para salir de la pobreza.

Esto se explica porque se ejecuta una actividad en la informalidad en donde muchos de los empleados en realidad son personas que pertenecen a la familia y que laboran sin recibir ingreso económico por ello: las unidades económicas de hasta dos empleados concentran el 51% de las personas que trabajan pero no reciben ninguna remuneración. Lo descrito constituye uno de los mecanismos de ingreso para un número importante de mexicanos, muchos de los cuales se encuentran en una situación de pobreza por ingresos.

El caso del comercio al por menor ejemplifica mejor el problema del desequilibrio productivo en el país. Concentra al 46.7% de las unidades económicas en México, dando ocupación al 25% del total y pagando solamente el 7.7% de las remuneraciones totales.

Lo anterior se explica porque en los micronegocios que emplean hasta dos personas el comercio al por menor se vive una situación dramática: representa el 33.8% del total de las unidades económicas y emplea al 9.3% del total, pero solo paga el 0.6% de las remuneraciones totales.

La razón de esto último radica en que en este segmento ocupa al 27.8% de la gente que no recibe ninguna remuneración. En otras palabras: la viabilidad del comercio al por menor (en negocios que emplean hasta dos personas) depende del trabajo no remunerado realizado por integrantes de una misma familia. El problema entonces radica en que un aumento salarial no les beneficiaría, primero tendrían que pagarles.

Una situación similar se desprende para el caso de las prestaciones laborales. En el caso de la afiliación de los trabajadores al IMSS hay un hecho contundente: más del 44% de la afiliación registrada en el IMSS lo otorgan patrones con más de mil trabajadores, la cuestión es que este grupo de empresas apenas representan el 1.2% del total de las patrones contabilizados por el IMSS. Puesto de otra manera: solamente 10 mil 202 patrones otorgan el 44% de la prestación de seguridad ante el IMSS; los otros 834 mil patrones dan el 56% restante.

Por tanto, un primer aspecto a considerar en el planteamiento para elevar el salario es la capacidad real que tienen los pequeños negocios. Revertirlo constituye un gran reto. En el fondo se tiene a la informalidad y a los errores de la política económica federal y local. Pero eso es algo que no se está contemplando de manera adecuada, pero que es importante comentar.

Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico

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