La lluvia y el tráfico pusieron en grave peligro el concierto de Mon Laferte por los 485 años de la fundación de Santiago de Querétaro, el jueves pasado.

Horas antes del show, cayó tremendo aguacero, de esos que no duran tanto pero convierten en las calles queretanas en una Venecia región cuatro.

Pero no todo fue culpa de la madre naturaleza. Los desplantes tipo diva de esta chilena que se siente Edith Piaf también agüitaron el recital.

La cantante, quien radica en México desde hace nueve años, hizo esperar a su público dos horas para poder subir el escenario en Plaza Fundadores y la gente no dejaba de gritar por su artista favorita: “¡Mon! ¡Mon! ¡Mon!”.

La multi instrumentista se tomó con calma las cosas: dio entrevistas, dio autógrafos, vocalizó un poco; la banda finó los instrumentos, se comieron el último sándwich de la noche.

“Nos costó mucho trabajo llegar, pero ya estamos acá, sanos y salvos”, dijo en el escenario. En sus redes sociales se supo que la cantante había llegado a la ciudad por la tarde y no corriendo como ella dio a entender.

Pero la resistencia del público fue mayor, a pesar de frío, la mojada, a pesar de todo. Era más el amor por la cantante, que las incomodidades del día.

Faltaba poco para que dieran las 11:00 de la noche cuando Norma Monserrat Bustamante Laferte cantaba su primera canción de la noche: “Tu falta de querer” y luego siguió con el tema “Tormento”.

Antes y para terminar de espantar las mala vibras de la noche, la voz de Edith Piaf, una diva de verdad, sonó como prólogo del concierto.

En el escenario, Laferte empezó a calentar los ánimos, literalmente, física y hormonal, cantando con esa melosidad tipo “Marilyn Monroe” frente a marines en la Guerra de Vietnam.

Una parejita de queretanos, como escena de película, corren y él la recibe en sus brazos y la besa largamente.

Mon Laferte, con ese fleco en la frente tipo Bettie Page, otra diva de verdad, y como no queriendo se levanta la falta, leve, para que vean su famoso tatuaje de la pierna.

Luego de hacer sudar a los varones con esos golpes sensuales de cadera, Laferte y su música que da un aire a las baladas de cabaret de los años 20, toma la guitarra y canta “Si tú me quisieras” y luego “Vuelve por favor”.

Era ya casi la media noche y Laferte, esa niña de Viña del Mar, la misma que canta “Orgasmo para dos”, se despide a sabiendas que el recuerdo de la chica de los tatuajes no nos dejará dormir tan tranquilos.

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