Diecisiete años después de los atentados que derribaron las Torres Gemelas de Nueva York, los restos humanos de más de mil 100 víctimas deben identificarse. En un laboratorio de Manhattan, un equipo prosigue con la tarea, ahí usan los últimos avances tecnológicos.

De lunes a domingo, sin descansos, el protocolo se repite decenas de veces. Un fragmento de hueso hallado en el lugar de los ataques del 11 de septiembre de 2001 es cortado, reducido a polvo y luego mezclado con dos productos químicos que permiten exponer el ADN y luego extraerlo. Esta es la teoría, pero en la práctica el éxito no se garantiza.

“El hueso es el elemento biológico más difícil de trabajar” para recuperar el ADN, explica Mark Desire, vicedirector de biología forense en el Instituto Forense de Nueva York.

Además, se agregan las condiciones a las cuales fue expuesto el fragmento el 11 de septiembre de 2001 y los días siguientes. El fuego, la humedad, las bacterias, la luz del sol y el combustible de los aviones que se estrellaron contra las torres del World Trade Center, “todo destruye el ADN”, según Desire.

Los cerca de 22 mil fragmentos humanos hallados en el sitio desde los atentados fueron examinados, algunos entre 10 y 15 veces. Pero mil aún no logran ser identificados.

Hasta ahora, mil 642 de las 2 mil 753 personas muertas en los ataques de Nueva York fueron formalmente identificadas y mil 111 siguen desaparecidas. A veces el laboratorio pasa años sin lograr identificar un fragmento, pero los forenses se niegan a darse por vencidos.

El laboratorio sólo utiliza una parte de su tiempo a la identificación de restos humanos y estudia otros casos de desapariciones.

El rol de los familiares es esencial en el plano técnico, porque la identificación sólo es posible a través de la comparación con una muestra de ADN realizada por las familias. El Instituto Forense posee unas 17 mil muestras, pero ninguna para 100 víctimas. “Cuando te lo anuncian, te regresan a ese día, a la manera horrible en la que murieron”, explica Mary Fetchet, fundadora de la asociación Voces del 11 de Septiembre, y quien perdió a su hijo de 24 años, Brad. “Pero también te reconforta, porque puedes ofrecer un verdadero entierro a los que amas”, acota.

Sin embargo, el avance científico no consuela a las familias de aquellos cuyos restos pudieron haber sido enterrados en un vertedero de Staten Island. Las familias lucharon sin éxito para impedir que la ciudad construyera un parque fuera del vertedero Fresh Kills de Staten Island, donde se tiraron y enterraron 1.8 millones de toneladas de escombros.

“Estamos agradecidos de que la identificación continúe, pero hay más material que podría haber sido parte de eso si la ciudad no hubiera sido tan arrogante con nosotros”, dice Diane Horning, quien encabezó una fallida batalla judicial por parte del grupo Familias del World Trade Center para un Entierro Adecuado, que esperaba bloquear el proyecto.

El Tribunal de Apelaciones del Segundo Circuito de Nueva York determinó en 2009 que las acusaciones de que la ciudad había manejado mal los restos en Fresh Kills equivalían a “falta del cuidado debido”, que no fue suficiente para demandar a la ciudad.

Para crear el parque, Fresh Kills Landfill fue cubierto con capas de tierra y otros materiales para evitar la emisión de gases tóxicos al descomponer la basura en la atmósfera, según Freshkills Park Alliance, socio sin fines de lucro de la ciudad de Nueva York en el desarrollo del parque.

bft

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