En 2014, 55 personas presentaron por primera vez un amparo colectivo ante las instancias del Registro Civil para lograr el reconocimiento de su unión matrimonial. Tania Almalda Ugalde, quien firmó este amparo en forma de apoyo, recibió a mediados del año pasado una resolución favorable, que ejerció en enero de este año junto con su pareja, Dulce Gutiérrez.

Tania conoció a Dulce después de la firma de apoyo que presentó durante una de las jornadas contra la lesbi, homo y transfobia, convocadas por las organizaciones civiles en pro de la diversidad sexual. Después de los casi dos años que duró este proceso, Dulce y Tania lograron contraer matrimonio en la delegación de Felipe Carrillo Puerto.

“Nos conocimos, empezamos a salir y todo esto y a mediados del año pasado nos comunica Saúl –el juez– que fue favorable. Entonces, podíamos ejercer nuestro derecho en el momento que quisiéramos, entonces planeamos fecha y todo, juntamos los papeles necesarios y lo que te piden para cualquier matrimonio civil y fuimos a meter nuestro papeles”, dice Tania.

Sin embargo, cuenta que durante el tiempo en que tardó en darse la resolución favorable para ella y su pareja, recibieron constantes trabas que retrasaron la boda, una de ellas fue la negativa de la coordinación estatal de Registro Civil, que durante esta administración rechazó casarlas un día antes por el civil, bajo el argumento que el nombre de Dulce no estaba dentro del amparo.

El juez que en ese momento estaba a cargo de caso de Dulce y Tania, accedió a casarlas pese al rechazo por parte del Registro Civil; posteriormente, esta decisión produjo que fuera despedido, en conjunto con otros oficiales de la delegación que accedieron a casar a personas del mismo género.

“Paso uno o dos meses más o menos, cuando lo corren, lo corren a él y a varios de sus compañeros, alegando incluso, Marcos Aguilar fue quien lo dijo, porque se había negado a llevar un matrimonio de personas del mismo sexo y yo le escribí […] Nosotros somos esas parejas y él nunca se negó, él nos apoyó, sus oficiales nos apoyaron”, señala.

Tania y Dulce no sólo enfrentaron la discriminación y el estigma social que pesa sobre las personas que tienen preferencias distintas a lo establecido con las autoridades del Registro Civil, sino que también experimentaron estas circunstancias en el trabajo y ante su familia.

Debido a las creencias religiosas y sociales, la familia de Tania, una vez que ella decidió a los 25 años declararles abiertamente sus preferencias sexuales, optó por sentenciarla para que tomará una decisión: salir de la casa y regresar sólo si decidía apegarse a lo socialmente establecido.

Durante el periodo de ajuste para su familia, Tania quien también se considera una mujer religiosa y apegada a las creencias del cristianismo, se sentía culpable por sus preferencias sexuales y extrañaba a su familia. Razón que la motivo a regresar a la casa de sus padres e intentar apegarse a lo que pedían.

“Regrese a mi casa con esta onda de quiero cambiar y se vienen muchos años de estarme condicionando, de estarme castigando, de estarme sintiendo culpable, etcétera, pues teniendo broncas constantes con mi familia, hasta que llegó un día en donde les dije no, esto no puede seguir así. Ya soy adulta, voy a hacer mi vida y si quieren forma parte de ella y sino también”, menciona.

Al contrario que su pareja, Dulce recibió mayor aceptación con su familia, quienes la apoyaron después de “un periodo de ajuste” en el que se dieron cuenta que su vida era similar al resto de las personas.

“Hay patrones muy comunes, le dices a tu familia, tu familia te deja de hablar un periodo de tiempo razonable, después se dan cuenta que no haces cosas muy fuera de lo normal de lo que hace el resto de las personas, sales a ganarte la vida, tienes aficiones normales y ya […] Creo que el pequeño porcentaje que tenemos después de tener contacto con nuestra familia regresamos normal”, dice.

Aunque Tania ha mejorado la relación con su familia, quienes han logrado ir aceptando la idea de que sus preferencias sexuales son diferentes, aún no puede llevar a su pareja a su casa, ya que omiten hablar del tema, que no se discute y no se toca durante las conversaciones.

“Es un tema que se mantiene muy aparte, pero ya no hay esa tensión ese griterío que había antes, creo que por su parte yo he hecho un esfuerzo por mantenerme al margen y llevamos una relación un poco más tranquila a la fecha, que al principio si fue muy difícil por esta ideología muy religiosa”, comenta.

“Creo que para todos los padres de hijos LGTB ha sido difícil, porque no están acostumbrados, creo que es eso. Creo que hay que darles un poquito de crédito, un poco de confianza, porque de pronto, ¡chin!, sus expectativas y todo lo que ellos pensaban y planeaban para ti como hijo se mueve”, agrega.

A pesar de las dificultades enfrentadas, Tania y Dulce se consideran como parte “del pequeño porcentaje” que logra ser aceptado por su familia; cuentan que existen casos en donde, por el rechazo social, las personas deciden suicidarse o no vuelven a hablar con sus familiares.

Actualmente, Dulce, de 39 años de edad, trabaja como auditora de procesos agrícolas y alimentos, y Tania, de 31, se desempeña como traductora y maestra de inglés.

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