¿Podemos hacer que las cosas sucedan?

Destinos van y vienen y el nuestro lo hemos dejado ausente, distante, aparte. Y ello porque el mexicano todavía piensa que les destino depende de alguien allá arriba, la suerte de caprichosa y hasta de los que ostentan el poder y el dinero.

No debería ser así, el destino debería construirse a partir de las realidades individuales, del trabajo colectivo, de la planeación estratégica de vida.

Nos conviene poner un alto en el camino para empezar a visualizar el futuro y vislumbrar lo que se quiere, lo que se desea, lo que se necesita.

¿Quién tiene un plan de vida?

¿Quién ha hecho un alto en el camino y ha decidido por sí mismo tener dinero, educación, trabajo o lo que uno desea simple y sencillamente?

Planear es un acto racional, definido y de mucha utilidad para quienes deciden tomar el destino de sus manos, analizarlo, resolverlo; esto no requiere ciencia sino decisión y confianza en sí mismo, en sus recursos, en su capacidad, y organizar las piezas del ajedrez de su propia vida.

Todo se puede lograr con decisión y acciones apasionadas.

Planear es una decisión de hacer a un lado el: “si Dios quiere” o “si la suerte me lo permite”. Las grandes sociedades, las desarrolladas, han hecho de esto una costumbre, ya que sus ciudadanos, sus empresas y sus instituciones son capaces de poner en un papel el futuro que desean.

Dubai, uno de los reinos de los Emiratos Árabes Unidos, un día se preguntaron: ¿hasta cuándo nos durará la riqueza negra del petróleo?

Y procedieron investigar, a hacer un estudio, un diagnóstico; ¡por ahí deberíamos empezar! Identificar dónde estamos parados qué tenemos qué necesitamos y con qué recursos contamos.

Luego, sus pronósticos dijeron que el petróleo se iba a acabar en 50 años.

No entraron en pánico, ni se rasgaron las vestiduras -pues su economía dependía 100% del petróleo- sino que comenzaron a diseñar su futuro, a definirlo, a decidir qué querían, qué les gusta, para qué son buenos.

Fueron visionarios y, a través de la imaginación y la visualización construyeron la ciudad más futurista e impactante del mundo; pensaron en ganarle terreno al mar y construir islas artificiales, los edificios más altos y elegantes y resolvieron un problema fundamental que tenían: el agua. Juntaron a los científicos más destacados del planeta y construyeron una gran infraestructura que le llamaron el teatro del agua que es una desalinizadora de agua de mar que les permite producir agua potable; ¡toda la que necesitan!

Dubai, su gobierno, sus empresas y su gente salvaron su vida y su futuro a tiempo; sus necesidades vitales y su economía en largo plazo, porque hoy ahí transita el turismo mundial, el más pudiente, el que les deja miles de millones de dólares, gracias a una economía emergente que tuvo una visión, un futuro cercano.

Y nosotros en México, en la nostalgia del pasado, en la inseguridad del futuro, en la discordia concomitante y la politización del destino, que aún no sabemos ni decidimos a quién le pertenece y quién debería tomar la decisión final; seguimos discutiendo si PEMEX es de los mexicanos, si nos conviene privatizar o mantenerlo en la rectoría del Estado.

Y pasan y pasan los años y no tomamos decisiones.

Las decisiones estratégicas son drásticas, revolucionarias, decía Peter Senge en su libro la Quinta Disciplina, pero inteligentes, pensado acciones premeditadas basadas en el análisis, en el poder del pensamiento, en la pasión del sentimiento y la claridad de qué es lo que se quiere en la vida.

Allí está el éxito que no es exclusivo de las empresas, sino que debería ser un acto cotidiano de las personas.

Conviene definir qué necesito, hacia dónde voy y cómo puedo lograrlo. Son preguntas que algunos nos deberíamos de hacer en la vida, en los momentos más inteligentes, cuando nos sentimos abatidos, frustrados, sin el sazón de la vida, incómodos; porque son los momentos justos en los cuales la psique nos pide tomar decisiones, cambiar rumbos.

Algunos no lo hemos entendido aún pero cuando el organismo psicológico se siente incómodo, en realidad necesita cambios; muchos deciden la depresión cuando lo que su vida les está solicitando es evolución.

Lo mismo sucede en las sociedades que, cuando se sienten deprimidas social, política y económicamente, lo que requieren es un cambio planeado, vislumbrado, planificado.

¿Quien debería tomar la decisión colectiva?

No, no es el político de enfrente, o el señor Carlos Slim con tanto dinero. La microfísica del poder se encuentra en el intelecto y la capacidad humana individual.

Allí es donde se encuentran los círculos virtuosos, cuando uno comienza a hacer su propio cambio y a forjar su propio destino; cuando las ideas comienzan a elevarse, a socializarse; comienzan a hacerse sinergias y alianzas, se gestan las microeconomías, los créditos, los ahorros; comenzamos a solidarizarnos a ayudarnos unos con otros y a juntar a un amigo a un vecino en proyectos en común; y es así como se empieza a dar empleo y a invertir en el talento y la capacidad del otro y, esos pequeños grupos, van jalando a otras sociedades, a otros estados a otras naciones.

El gran poder social que tiene como destino la mejora individual, arrastra consigo a todo el futuro de una nación y lo puede hacer tal y cual funciona la ingeniería de las redes sociales ni más ni menos, de uno en uno reproduciéndose en automático.

¿Usted se animaría empezar hoy?

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