Washington DC.— Acaso lo primero que debamos señalar respecto de los comicios celebrados en 14 entidades de la república el pasado domingo 7 de julio es que su punto de referencia más inmediato se encuentra en las elecciones del 1 de julio de 2012. Esto por la importancia y las implicaciones que ambas han tenido en la vida de la nación, aunque, ciertamente, entre ellas hay diferencias. La primera de tales es que los comicios del año pasado fueron federales, en tanto que los de hace unos días fueron locales. Otra distinción es que hace 12 meses se registró una polarización y exacerbación de los ánimos a nivel nacional merced a que la lucha se concentró en las candidaturas a la Presidencia de la república; en contraste, ahora la competencia se difuminó en una miríada de localidades en las que estuvieron en disputa una gubernatura, diputaciones locales, presidencias municipales y ayuntamientos.

Me explico: el que tengamos un sistema federal da pie a que la competencia, en algunos casos, se presente a nivel nacional y, en otros casos, a nivel local. No obstante, lo curioso del asunto es que, en términos políticos, la contienda que se libró hace unos días en estados y municipios incidió a nivel nacional.

Los líderes de la oposición estuvieron amagando con que, si se regresaba a las vie jas prácticas como la compra y coacción del voto, se retirarían del Pacto por México. Dicho de otra manera: lo que en términos jurídicos está perfectamente compartimentado (niveles federal, estatal y municipal); en política no. En esta última hay vasos comunicantes. Hay un constante ir y venir. Y un claro ejemplo lo tenemos a la vista: lo que sucedió en el interior de la república está repercutiendo a nivel federal. La amenaza de abandonar la mesa de negociaciones no se cumplió.

Como apunta Pepe Carreño Carlón (“Mejor, imposible: cuando todos reconocen ganar”. EL UNIVERSAL, 10/VII/13): “El PRI obtiene la mayor cantidad de votos; el PAN sorprende al conservar el único estado en disputa y al ganar ciudades clave, y en PRD gana gracias a su estrategia de alianzas.” El que no haya habido grandes impugnaciones ni arrebatos levantiscos es oro molido para el Pacto por México y los actores políticos que se han comprometido con él. Los resultados electorales del domingo pasado le dan elementos a Gustavo Madero dentro del PAN y a Jesús Zambrano dentro del PRD para lidiar de mejor manera con los conflictos internos que registran sus respectivos partidos. De paso, confirma que la estrategia del gobierno entrante y del PRI fue correcta: optar por la línea de la inclusión y del acuerdo y no de la exclusión y la confrontación.

Sin embargo, no podemos pasar por alto un hecho preocupante: el recrudecimiento de la violencia delictiva inmiscuida en la política. El propio domingo 7 de julio The New York Times (p.11), comentando el evento que se llevaría a cabo en México ese día, señalaba que el proceso ya estaba marcado, en materia de inseguridad, como uno de los peores en los años recientes con, por lo menos, seis candidatos asesinados desde febrero. Menciona, entre otros, a Nicolás Estrada Merino del PRD de Oaxaca, Isaac López Rojas del Partido Cardenista de Veracruz y Jaime Orozco Madrigal del PRI de Chihuahua. El común denominador de estos crímenes es que tuvieron lugar en pequeñas localidades vulnerables al ataque de los grupos del crimen organizado que tratan de expandir los territorios bajo su control.

Así es como operan los cárteles de la droga: toman plazas, zonas y rutas con base en la subordinación o el amedrentamiento de las autoridades locales y de la población. Carcomen la vida civil. En tales circunstancias la democracia, como régimen político y como Estado de derecho, no surte efecto.

Los problemas locales, hoy más que nunca, se han convertido en un reto nacional. Nos toca encararlo a todos.

Profesor del ITESM-CCM

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