Probablemente usted, en sus estudios de secundaria o más tarde, aprendió por qué vuelan los aviones. Quizá ya no recuerde el principio físico que produce este empuje hacia arriba que logra que una máquina muy pesada logre elevarse por los aires cuando se pone en movimiento. No importa, no lo vamos a explicar. Más bien, me gustaría recordar un pensamiento que siempre tuve cuando me lo explicaron: “no puede ser tan simple” (y, efectivamente, no lo es).

El avión se eleva cuando despega y, como sabemos, una fuerza produce una aceleración, por lo que bien podría seguir subiendo y subiendo. Pero no. El avión alcanza una altitud de crucero y ahí se queda, hasta que el piloto decide que ya es tiempo de bajar a tierra firme. ¿Cómo se logra mantener esa altitud? Si uno observa las alas del avión, unos pequeños alerones se mueven continuamente. Seguramente sirven para eso, para cambiar condiciones locales y así mantener la altitud, pero sirven para mucho más. El avión está flotando en el aire y, por lo tanto, está sujeto a todo tipo de perturbaciones, principalmente de los vientos que le pegan por todos lados. Así pues, los alerones no sólo se mueven para mantener al avión a una cierta altitud, sino también para que esté horizontal, sin girar sobre ninguno de sus ejes.

¿Todo eso lo controla el piloto y su copiloto? Pues no: en un avión comercial, el piloto debe confiar en el correcto funcionamiento de sus sistemas de control automático. Es decir, existe un sistema electromecánico complejo que, a partir de algunas mediciones (aceleraciones), mueve los alerones como se requiera de forma automática para que el avión se mantenga en el estado que deseamos y que resulte confortable para los pasajeros, aún a pesar de las perturbaciones. Este sistema es un controlador automático.

El ejemplo del avión es uno de tantos. Decimos que el control automático es la tecnología oculta, porque difícilmente lo encontramos mencionado como parte fundamental de procesos o sistemas complejos, pero casi siempre está ahí presente. Se usa en automóviles, en robots, en redes eléctricas, en procesos químicos, en sistemas biomédicos y hasta en procesos biotecnológicos. Justamente en esto último es donde lo aplicamos en nuestro grupo de investigación en el Instituto de Ingeniería de la UNAM en el Campus Juriquilla.

En México, el control automático como disciplina de la ingeniería y de las ciencias aplicadas tiene ya una tradición de varias décadas, pero desde el 2003, la Asociación de México de Control Automático (AMCA), junto con universidades y centros de investigación participantes han venido realizando anualmente el Congreso Nacional de Control Automático (CNCA). En el 2016 que ha finalizado fue el turno de la ciudad de Santiago de Querétaro.

El  CNCA 2016 se llevó a cabo del 28 al 30 de septiembre de en Jurica. Reunió a la comunidad científica que trabaja en control automático y en él se presentaron los más recientes avances científicos e industriales a nivel nacional. Se discutieron las tendencias actuales, los nuevos desafíos y las oportunidades futuras para la automatización, el control automático y temas afines. Fue una excelente oportunidad para establecer contactos con importantes investigadores y profesionistas, tanto mexicanos como extranjeros, pues se presentaron ponencias orales cortas y pláticas plenarias de reconocidos especialistas. Además de dos cursos previos al congreso.

Probablemente usted, en sus estudios de secundaria o más tarde, aprendió por qué vuelan los aviones. Quizá ya no recuerde el principio físico que produce este empuje hacia arriba que logra que una máquina muy pesada logre elevarse por los aires cuando se pone en movimiento. No importa, no lo vamos a explicar. Más bien, me gustaría recordar un pensamiento que siempre tuve cuando me lo explicaron: “no puede ser tan simple” (y, efectivamente, no lo es).

El avión se eleva cuando despega y, como sabemos, una fuerza produce una aceleración, por lo que bien podría seguir subiendo y subiendo. Pero no. El avión alcanza una altitud de crucero y ahí se queda, hasta que el piloto decide que ya es tiempo de bajar a tierra firme. ¿Cómo se logra mantener esa altitud? Si uno observa las alas del avión, unos pequeños alerones se mueven continuamente. Seguramente sirven para eso, para cambiar condiciones locales y así mantener la altitud, pero sirven para mucho más. El avión está flotando en el aire y, por lo tanto, está sujeto a todo tipo de perturbaciones, principalmente de los vientos que le pegan por todos lados. Así pues, los alerones no sólo se mueven para mantener al avión a una cierta altitud, sino también para que esté horizontal, sin girar sobre ninguno de sus ejes.

¿Todo eso lo controla el piloto y su copiloto? Pues no: en un avión comercial, el piloto debe confiar en el correcto funcionamiento de sus sistemas de control automático. Es decir, existe un sistema electromecánico complejo que, a partir de algunas mediciones (aceleraciones), mueve los alerones como se requiera de forma automática para que el avión se mantenga en el estado que deseamos y que resulte confortable para los pasajeros, aún a pesar de las perturbaciones. Este sistema es un controlador automático.

El ejemplo del avión es uno de tantos. Decimos que el control automático es la tecnología oculta, porque difícilmente lo encontramos mencionado como parte fundamental de procesos o sistemas complejos, pero casi siempre está ahí presente. Se usa en automóviles, en robots, en redes eléctricas, en procesos químicos, en sistemas biomédicos y hasta en procesos biotecnológicos. Justamente en esto último es donde lo aplicamos en nuestro grupo de investigación en el Instituto de Ingeniería de la UNAM en el Campus Juriquilla.

En México, el control automático como disciplina de la ingeniería y de las ciencias aplicadas tiene ya una tradición de varias décadas, pero desde el 2003, la Asociación de México de Control Automático (AMCA), junto con universidades y centros de investigación participantes han venido realizando anualmente el Congreso Nacional de Control Automático (CNCA). En el 2016 que ha finalizado fue el turno de la ciudad de Santiago de Querétaro.

El  CNCA 2016 se llevó a cabo del 28 al 30 de septiembre de en Jurica. Reunió a la comunidad científica que trabaja en control automático y en él se presentaron los más recientes avances científicos e industriales a nivel nacional. Se discutieron las tendencias actuales, los nuevos desafíos y las oportunidades futuras para la automatización, el control automático y temas afines. Fue una excelente oportunidad para establecer contactos con importantes investigadores y profesionistas, tanto mexicanos como extranjeros, pues se presentaron ponencias orales cortas y pláticas plenarias de reconocidos especialistas. Además de dos cursos previos al congreso.

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