Él es Francisco Servín, pero es mejor conocido como Don Toño, como era llamado su padre, y quien le heredó el oficio de lustrar calzado. “Aquí me conocen por Toño, por mi papá que en paz descanse”.

Este 2022, cumple 40 años como bolero, las cuatro décadas ha trabajado en el mismo sitio: en el Jardín de Santa Clara, sobre la calle Madero, en el corazón de la zona centro de la capital.

En todo ese tiempo, recuerda sólo hay dos momentos en los que su actividad se ha visto pausada: la primera, hace más de una década, durante la crisis sanitaria de la influenza; la segunda, con la pandemia de Covid-19. Sin embargo, ambas han tenido un impacto distinto.

Cuando se presentó la coyuntura sanitaria por la influenza, recuerda, la suspensión de actividades fue por un corto tiempo, las afectaciones fueron fuertes, pero solamente por unas cuantas semanas; pero ahora, la contingencia sanitaria por Covid-19 ha dejado afectaciones sin precedentes, pues los estragos sanitarios están por iniciar un tercer año.

“Nada más [le antecede al Covid-19] la influenza también nos bajó mucho [la demanda de servicios], pero no fue tanto tiempo, fue un escaso tiempo, no como ahora que estamos para entrar a tres años [de la crisis sanitaria por Covid-19]”, dice.

Para entonces, con la presencia de la  influenza, la crisis fue por un corto tiempo; aunque hubo afectaciones en su empleo, las pérdidas se concentraron en aproximadamente un mes.

“Pero fue menos tiempo, no fue ni un mes, como un mes, un mes fatal, pero fue menos, porque ahorita ya vamos a entrar a tres años, más bien ya entramos [al tercer año del Covid-19]”, comenta el hombre.

A dos años de los primeros efectos de la pandemia de Covid-19, la demanda de servicios para lustrar zapatos sigue sin estar cerca del número de personas que recibía diariamente antes de la emergencia sanitaria.

“[La pandemia] afecta porque nos baja el trabajo, hay veces que un día se compone, pero vea la prueba: están solas las calles, con los pocos que llegan es con lo que trabajamos”, explica.  

“Nada le antecede a la pandemia de Covid”
“Nada le antecede a la pandemia de Covid”

La charla se pausa por un momento, pues ha llegado un servicio: “Súbale, buenos días, adelante”, comenta Don Toño mientras recibe a uno de sus antiguos clientes.

Previo al paso del Covid-19, refiere, incluso había posibilidades de ahorro, pero ahora la situación ha cambiado, la prolongada pandemia también adelgazó e incluso enfermó a la alcancía con forma de cochinito.

“Había para meterle al puerquito, pero ahorita ya no, al puerquito ya hasta le dio diabetes”, comenta Don Toño, mientras sonríe y continúa lustrando unos zapatos en color negro.

La pandemia marcó un parteaguas en el oficio que desempeña, hay un antes y un después en el número de servicios que realiza por día.

“No como antes de que estuviera la pandemia. Antes de la pandemia estaba mejor todo, pero ahorita sí nos ha reducido un poco, nos ha bajado un poco”, lamenta.

La cuarta ola de contagios también ha influido en que la población reduzca la movilidad y, por ende, bajen los requerimientos que recibe Don Toño.

Sin embargo, tener casi 40 años de servicio como bolero, han permitido afianzar clientes, forjar lazos que continúan aún con el tiempo y con el paso de las crisis sanitarias.

Aunque también se han perdido clientes, otros continúan yendo en busca del excelente servicio que encuentran con Don Toño.

“Ya tenemos antigüedad y gracias a Dios es lo que nos ha sostenido, pero sí se nos perdió clientela eh, cómo no; pues mucha gente adulta que ya no viene por lo mismo, por el temor de que le pase algo en la calle”, expresa el bolero.

Aún con la crisis sanitaria y económica, Don Toño está listo diariamente —desde las 08:30 de la mañana hasta las  06:00 de la tarde— para recibir a sus clientes de antaño, a turistas, a caminantes, oficinistas, cualquier persona que transite por la zona y desee mejorar la apariencia de su calzado.

La pandemia por Covid-19 no ha sido un freno para Don Toño, por el contrario, comenta,  hay que seguir laborando para solventar gastos y contar con un sustento económico.

“Y hay que echarle ganas para salir adelante, porque si no pues no sale. Ahorita hay veces que hago unos 15 servicios, un poquito más o un poquito menos, pero baja y sube.  Lo que buscamos es sacar para la comida, para salir adelante, porque sino…”, agrega.

Desde hace ocho años, Joaquín López acude con Don Toño. Sabe que en él puede encontrar una gran atención y un servicio excelente.

“Me gusta traer los zapatos limpios, porque trabajo en el servicio público federal, aquí traigo otro par para volear. Ya tengo como unos ocho años de venir aquí. No vengo muy frecuente, pero cuando tengo oportunidad vengo”, cuenta.

Respecto al servicio que brinda Don Toño, las palabras de Joaquín son contundentes: “Excelente, excelente, por eso vengo con él”.

Como hace casi 40 años, Toño sigue fiel a su oficio. Desde su carrito de servicio espera tanto a los antiguos como a los nuevos clientes.

“Aquí estoy en el jardín Santa Clara, para darles una boleada; por ejemplo, a domicilio o que traigan sus zapatos, se les hace aquí el servicio. En todo lo que es la boleada, nada de suelas, pura boleada”, dice.

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