Alejandro Reynoso Sámano, rescatista de la Cruz Roja Mexicana delegación Querétaro, acudió a la Ciudad de México a las pocas horas que ocurrió el sismo el pasado 19 de septiembre. Durante los tres días que apoyó en labores de rescate pudo ver los contrastes: la crisis social que vivió la población y la solidaridad desbordada por querer apoyar a quienes quedaron atrapados entre los escombros.

A las 13 horas con 14 minutos, Alejandro participaba en labores de simulacro por el Día Nacional de Protección Civil, cuando el sismo los sorprendió. Al ser parte del equipo de rescate a nivel nacional, fueron convocados de inmediato y durante los tres días siguientes estuvieron en labores de rescate.

Alejandro relata que durante sus más de 20 años como integrante de la Cruz Roja le ha tocado ver situaciones inusuales en accidentes, incendios y desastres naturales, no obstante lo vivido durante su estancia en la Ciudad de México lo dejará marcado para siempre, ya que lo que se relataba en crónicas, videos y fotografías no se comparaba con la realidad.

“Soy especialista en rescate y te puedo decir que a pesar de los años de dedicarme a esto, las escenas que vi ese día en la Ciudad de México no las tenía en el radar, lo que te pueda mostrar la televisión no se asemeja a lo que vives por ti mismo, simplemente es otra historia. Viví una experiencia diferente, todas las personas que estuvimos allá vamos a guardar lo que experimentamos el resto de nuestras vidas, diferente a todo lo que hayamos visto o podamos platicar”.

La lucha por encontrar vida.

Si descansaron 30 minutos en esos tres días fue mucho, asegura Alejandro, ya que el trabajo era intenso porque el tiempo corría y las posibilidades de encontrar a alguien con vida de entre los escombros disminuía.

“La tarea principal era la búsqueda y la localización de las víctimas con recursos tecnológicos, con técnicas de rescate en estructuras colapsadas; una vez localizadas las víctimas empiezan las tareas de rescate, algunas eran muy complejas y fueron jornadas bastante largas las que vivimos, una vez que terminábamos la labor en alguno de los edificios el puesto de mando nos activaba a otra zona”.

Durante los tres días en que estuvo participando en acciones de rescate intervino en siete edificios distribuidos en la Ciudad de México, entre los que se encuentra el Colegio Rébsamen, el cual tenía menores de edad atrapados entre los escombros. En dos ocasiones entró entre los escombros del edificio colapsado, en una no hizo contacto con nadie pero en la segunda ocasión pudo detectar personas, sin embargo, crujió el inmueble por lo que se determinó suspender los trabajos.

“Soy una de las personas que me tocó ingresar al colegio dos veces, en una no hicimos contacto con nadie, el edificio empezó a crujir, no puedes saber si fue replica o no pero lo que te puedo decir es que el edificio truena y nosotros estamos adentro, acostados pecho tierra, vas estabilizando y metiendo polines y vas abriendo para hacer contacto o encontrar a alguien y en ese momento se estremece el edificio y la gente que cuida la seguridad nos saca antes de que algo malo pueda pasar”.

De acuerdo con Alejandro, parte de las situaciones vividas en los tres días de labores en la Ciudad de México, es probar los principios rectores de la institución que representa, principalmente el de la humanidad y el de imparcialidad.

“Tu vida depende de los demás y la de los demás depende de ti, es impresionante ver muchas personas que se pusieron de manera voluntaria al servicio, plomeros, herreros y carpinteros. Personas y civiles que a todas horas te llevan agua y te dan de comer. Una fuerza de voluntad bastante buena, una organización a veces vulnerable pero con el firme propósito de hacer un bien”.

Mayor conciencia.

Alejandro plantea que con los sismos es necesario que la población tenga la conciencia de invertir en sí mismos para su autocuidado, ya que de un momento a otro aquella persona que lo tiene todo lo pierde en cuestión de segundos.

“Como rescatista crees haberlo visto todo y la Cruz Roja siempre se encarga de hacerte ver que hay algo más, que no lo has vivido todo y que siempre hay algo más que hacer”.

Binomios, una esperanza entre los escombros.

Pablo Salas Noriega, paramédico de la Cruz Roja quien acudió como binomio canino afirma que la voluntad de las personas se sentía en cada momento. Al participar en labores de localización con perros, la labor fue clave en las primeras horas del desastre natural debido a que eran los encargados, junto al canino, de detectar las señales de vida en un cuadrante que trazaban en mapas del desastre.

Durante su participación en la Ciudad de México, en cada edificio realizaban un croquis mediante el cual los perros detectaban el calor corporal de las personas. Mandaban otros dos binomios y si coincidían, anunciaban que había señales de vida bajo los escombros.

“Primero uno detecta, hace su marcaje y sale ese perro; entra otro binomio, sale ese binomio y vuelve a entrar otro binomio para confirmar. Entonces cada marca que hace el perro lo registramos en un mapa y si efectivamente los tres perros detectaron en el mismo punto o cerca del mismo punto, es prácticamente una confirmación de que hay una víctima viva atrapada debajo de los escombros”.

Según refiere Pablo, ser binomio canino en esos momentos adquiría una dimensión mayor por la responsabilidad que cargaban, ya que de sus señales dependía la esperanza de encontrar con vida a personas que yacían atrapadas.

“Es bastante fuerte e importante la responsabilidad que tenemos como un equipo, pues un perro que detecta el olor humano es la esperanza del familiar. Que el perro ladre o que el guía diga que hay víctima es bastante importante. Inclusive como experiencia, nos fuimos de un edificio a otro y viene el aplauso, también ahí recae la importancia de nuestra labor y de entrenar perfectamente a nuestro perro, que no se quede con un mal entrenamientos para que realice una búsqueda efectiva”.

Desde hace ocho años, Pablo está dedicado a su trabajo en la Cruz Roja, cuatro de ellos enfocado en los binomios caninos, actividad que disfruta porque puede trabajar con su mejor amigo y que además representa su sombra.

“Cuando necesitamos de un apoyo, ese acercamiento perro-humano me gusta mucho y otro motivo es el rescatar, como paramédico, a una persona atrapada, así como buscar, salvar y disminuir el sufrimiento humano, qué mejor que con tu mejor amigo quien es tu sombra prácticamente”.

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