Desde Michigan, Estados Unidos, hasta el Pocito, localidad perteneciente al municipio de Jalpan de Serra en Querétaro, hay más de 3 mil 200 kilómetros de distancia.

Braulio Monrroy, sus cinco hijos y su esposa Heriberta, recorren este camino como parte de su regreso a México en la Caravana del Migrante, que concluyó su trayecto la noche del 14 de diciembre. Sin embargo, para llegar al rancho El Pocito y visitar a su familia, aún quedan alrededor de dos horas de camino desde Jalpan de Serra. Es decir, 69 kilómetros aproximadamente.

Para llegar a esta localidad hay que tomar la autopista en dirección a San Luis Potosí y subir la montaña por una carretera que apenas se construyó apenas hace algunos años.

Braulio maneja la camioneta que lo llevará a reencontrarse con el resto de su familia: sus hermanos, sus padres y otros parientes. Al formar parte de la reserva de la biósfera de la Sierra Gorda, el camino que lo lleva a su lugar de origen, resalta por la vegetación verde y espesa. A medida que se avanza por la carretera, el ruido del tráfico desaparece. También hay niebla.

Braulio fue el primero de los ocho hijos que María Elena y Flavio, sus padres, tuvieron en El Pocito, localidad que en esa época no contaba con una carretera que la conectara con otras comunidades. El único medio de transporte era caminar entre las veredas del cerro.

“Yo anduve descalzo un buen rato. Tenía que hacerme mis propios huaraches, hacer mi propio calzado... Abajo tenía suela de llanta y correitas. Era lo que yo usaba. Son bonitos recuerdos y a la vez, uno valora más lo que no tiene. Tuve una infancia a lo mejor difícil, pero luchando se puede lograr, de perdida, ya no tener huaraches y tener calzado suficiente. En esa época de mi vida, así se vivía y casi todas las familias éramos así”, cuenta.

La época a la que se refiere Braulio son los años de 1979 a 1981. Para comprar la despensa, la familia Monrroy tenía pocas opciones: la primera era caminar entre cuatro y cinco horas hasta Valle Verde, una localidad a la que ahora, en el 2017, se puede llegar en menos de una hora en automóvil.

La segunda era caminar hasta San Luis Potosí y llegar a la comunidad de Aquismón. El tiempo de recorrido, según Braulio, podía ser entre siete y ocho horas. También podían llegar a Tancoyol, en Querétaro, lugar en el que tardaban tres días para cargar alimento.

“Todos esos años estaban complicados para toda la gente, y empezaron a emigrar. Mi papá lleva migrando desde antes de que yo naciera, pero como éramos muchos. Para sobrevivir teníamos que hacer la milpa, tener maíz y frijol porque no se podía acarrear de lejos, no había cómo. Imagínense ocho o nueve horas a pie, donde ni las bestias ni los burros podían atravesar… Eran laderas donde el caballo no pasaba.

“Podíamos ir a recoger la comida en Tancoyol donde si pasaban bestias, pero era todo el día. Desde que amanecía hasta que anochecía llegaba uno a ese lugar; luego compraba al otro día, cargaba y hasta el tercer día llegaba a la casa. Era difícil, pero a la vez era bonito porque aprende uno a valorar las cosas y todo lo ve con éxito. Si logras comprar un carrito, es un gran éxito. Aunque no sea tanto, de como estábamos a como estamos, hay una gran diferencia”, dice.

En ruta.

El camino cuesta arriba continúa y en Valle Verde el paisaje comienza a vislumbrar casas estilo americano: techo de dos aguas que asemejan a chalets californianos. Bien podría tratarse de viviendas ubicadas en alguno de los estados del país del norte, pero se trata de comunidades queretanas.

Mientras que en los últimos años se han edificado viviendas con este estilo, en contraste, el nivel de población en situación de pobreza alcanzó en el 2015 el 58.8% de la población en Jalpan de Serra.

A esto se le suma el rezago educativo del municipio: 26.6% de la población en 2015, según la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol).

Gracias a Estados Unidos.

Las casas estilo chalet californiano no sólo son visibles en Valle Verde. En El Pocito, la casa de los Monrroy también asemeja una vivienda americana: construcción moderna de dos pisos, techo inclinado y garage enfrente. En el rancho no hay señal de internet ni teléfono.

A unos metros de distancia, viven María Elena Villeda y Flavio Monrroy Servín, padres de Braulio y de otros siete hijos: Ángel, José, Mario, Flavio, Gregorio, Rubén e Himelda. Todos los hombres se fueron a Estados Unidos cuando tenían entre 15 y 20 años.

María Elena relata: “Mi esposo trabajó mucho muchísimo para levantar a sus hijos. Cuando me junté con él, traía dos vestidos, mi esposo tenía poquitas garritas más que yo…Anduvimos sufriendo muchísimo. Él hacía cal, trabajaba, sembraba frijol, maíz. Cuando mi hijo Ángel tenía 40 días de nacido, se fue al otro lado y ahí empezó a cambiar todo…Gracias a Estados Unidos tenemos lo que tenemos. Éramos súper pobres, como no se imaginan”, menciona.

Sin embargo, pese a que todos cruzaron la frontera, no todos tuvieron suerte, algunos fueron deportados y ahora trabajan en El Pocito. Braulio es quien ha corrido con más suerte: no sólo genera empleos como contratista en Michigan, también en su lugar de origen mantiene cerca de 10 empleos.

-¿Alguna vez pensó en conocer Estados Unidos?

—Yo no me imaginaba conocer Estados Unidos. Es más ni ambicionaba ir allá. Estaba feliz que mis hijos iban, venían y me contaban. Me traían cualquier cosita de regalo y sentía una emoción.

“Siento muy feo (cuando se van)... (Los recibo) con mucho gusto, con mucha felicidad cuando regresan. Es tanta la emoción que siento, que todo se me olvida en ese momentito”, detalla.

Esta tarde, María Elena recibe a su hijo mayor con la gastronomía típica de la Sierra Gorda: tortillas hechas a mano, frijoles y salsa. Quedan algunas semanas para el regreso, una vez que las clases y el trabajo comiencen.

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