Los olores se mezclan en el aire. Lo mismo que las voces de locatarios y clientes que acuden a la zona de restaurantes de pescados y mariscos del mercado Escobedo, que a mediodía de un viernes de vigilia lucen llenos de comensales que buscan los productos del mar.

Los clientes saben a dónde dirigir sus pasos para encontrar el área de pescados y mariscos dentro del mítico centro de abasto. Ya en el lugar, la oferta es amplia, existen muchos locales para elegir dónde comer, desde el clásico coctel de camarón, hasta filete a la diabla, mojarra a la talla o incluso ancas de rana, como un platillo un tanto exótico y que no suele ofrecerse mucho, por no ser muy popular entre la población.

Hay pasillos por los cuales no se puede caminar por la cantidad de personas que ocupan los bancos o sillas que los puestos colocan. Apenas hay espacio para que pasen los meseros con los filetes, los caldos de mariscos, los vuelve a la vida y las cervezas que los acompañan.

Por ser el primer viernes de Cuaresma, muchos queretanos guardan la vigilia, aunque los puestos de carnitas, barbacoa y tacos “operan con normalidad”. Las marisquerías funcionan a todo vapor.

Maru García dice que su puesto, Marisquería Panchitos, es de tradición, pues tiene más de 40 años abierto en el Mercado Escobedo. Señala que fueron sus padres quienes iniciaron el negocio y ahora son los hijos quienes continúan con la venta de pescados y mariscos, a la cual ya ingresaron los nietos de los fundadores, sumando tres generaciones dedicadas a la venta de los productos del mar.

Maru indica que en esta época de Cuaresma venden un poco más, aunque no como en otros tiempos, “porque ahora sí abren las carnicerías, todo lo que es carne se abre. Entonces la gente tiene más opciones. Antes la gente respetaba más las tradiciones”, asevera la comerciante.

De acuerdo a la tradición católica, los viernes de la Cuaresma se debe de guarda la vigilia, esto es, no comer carne roja de ningún tipo, estando sólo permitido comer pescado o mariscos como productos cárnicos.

Con los tiempos, la Iglesia Católica cambio esta tradición, permitiendo a los creyentes consumir carnes rojas los viernes, con excepción del Viernes Santo, cuando la vigilia y el ayuno son obligatorios.

“Una cazuela de mariscos”

Los gritos de los meseros se mezclan. Sólo son reconocibles por los encargados de servir los alimentos como los suyos. Dentro de la mayoría de los locales el ir y venir es constante. “Un cazuela de mariscos”, pide un mesero al encargado, quien a la vez repite la orden a otro empleado que toma una cazuela y la sirve rápidamente.

En el local de Maru la especialidad es un platillo que se llama Popeye, que lleva de todas las ensaladas, como ceviche, atún, carne tártara, jaiba, así como de todo el marisco, como pulpo, ostión, camarón. Se sazona, se le pone aguacate, mayonesa y salsa catsup.

La mujer explica que la gente se reparte más entre todos los locales, pues antes eran unos cuantos negocios, y ahora los clientes tienen más opciones de donde escoger. “Además, Querétaro ha crecido mucho, y hay más gente”, añade.

Pese a ello, Maru explica que tienen a sus clientes de toda la vida, incluso Panchitos se divide en dos locales, pero el atendido por sus hermanos, con el que iniciaron el negocio está siempre lleno, pues están acostumbrados al local grande.

Maru narra que sus padres, Francisco García Muñoz e Imelda Herrera Arredondo, comenzaron a vender desde que el mercado estaba en su antigua ubicación, en Corregidora, y cuando los pasaron al sitio que ocupan actualmente, empezaron con la venta de mariscos.

“Desde entonces es tradición de la familia. Allá, en el local grande, trabajan dos hermanos (Mauricio y Germán) y en este trabajo yo (con sus hijos), pero afuera del mercado tenemos otros locales donde están mis hermanas”, abunda. El trabajo es agotador, pero lo hacen con gusto, “pues de aquí sale para todos”, agrega.

Mercado Escobedo, segunda casa

El tiburón enamorado es otro de los negocios especializados en la venta de mariscos. De dimensiones menores, el negocio atendido por María Helena Torres también luce lleno. La mujer explica que se dedica a la venta de productos del mar desde hace 12 años.

El primer viernes de vigilia está flojo, dice, pues no es como otros años, cuando la gente guardaba los viernes y no comía carne, “pero ya no. Ya es poca la gente que todavía respeta el viernes”.

Indica que el Escobedo es el mercado de los mariscos, pues sólo en ese espacio hay más de 20 negocios con ese giro. La cazuela de mariscos es la especialidad de María Helena. El platillo lleva todas las especies de mariscos que son acompañados con quesos y, de acuerdo a la mujer, es lo que más piden sus clientes.

La comerciante narra que comenzó con la venta de productos del mar poco a poco, pues el giro es complicado por lo costoso de las materias primas y la inversión es muy alta.

María Helena, con 35 años de comerciante en el Mercado Escobedo, antes de vender mariscos vendía verduras y legumbres, pero cuando se abrió la oportunidad de vender otros productos aprovechó la oportunidad.

Sin embargo, dice que desde que tenía cinco años ha vivido en el mercado, pues su mamá tenía una fonda y la acompañaban a trabajar, por lo que el Escobedo es como su segunda casa.

El movimiento de personas no para. Apenas se desocupan unos lugares, cuando llegan otras personas para almorzar. Se les ofrece la carta y se espera a que hagan su selección. De beber, en algunos locales se ofrecen cervezas, mientras que en otros sólo refrescos. Los “puristas” de los productos del mar prefieren una cerveza, oscura de preferencia.

Francisco Adrián Guerrero Ramírez explica que tiene 47 años de comerciante y 25 en el mercado ya establecido.

Comenta que las ventas en esta época de Cuaresma son variables, pues los productos, por considerarse de temporada, suelen subir, y la gente prefiere los productos más económicos. En su negocio Mariscos Caribe 1, la sopa de mariscos es la especialidad, pero en la zona de marisquerías todos los platillos tienen “pinta” de especialidad. Los cientos de comensales que llegan a diario lo confirman.

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