Karen Godínez guarda silencio por unos segundos. Toma aire y dice que está intentando salir adelante y pensar en lo que viene en el futuro inmediato. “No pensar tanto adelante porque lo que hace es estresarme más. Ahorita quiero tratar de pensar más que queda poquito tiempo (de terapia) y que voy a salir pronto”.

Karen fue diagnosticada a principios de año con cáncer de mama, y actualmente recibe quimioterapia para tratar su enfermedad, y aunque es desgastante, tanto en lo físico como en lo emocional, está dispuesta a dar la batalla.

De figura esbelta y tez blanca, Karen comenta con voz suave que vive en estos momentos el tratamiento de quimioterapia, pues apenas este año fue que le detectaron la enfermedad, lo que representó un golpe duro para la joven mujer, de 41 años.

“Es muy difícil porque en ese momento se siente que se acaba el mundo, porque es algo que no se conoce, no hay mucha información… pensamos simplemente que no nos va a llegar a nosotros”, indica.

Batalla constante

Relata que desde comienzos del 2017 ha sido una lucha constante, primero para encontrar el diagnóstico correcto, pues no atinaba a encontrar su enfermedad, así como los médicos adecuados, por lo que tuvo que visitar varias ciudades para encontrar las respuestas sobre el estado de su salud.

“Una vez que las tengo, aceptarlo y lidiar con ello porque en mi caso tengo dos pequeños, uno de 10 y otro de 12 años. Primero entender (la enfermedad) para luego explicárselos a ellos y tratar de salir adelante con esto, y pasar los malos momentos con las quimios, y aun así llevando niños a la escuela, atendiendo casa. No se sí afortunada o desafortunadamente en este momento no trabajo, me dedico a mi familia”, señala.

Karen reconoce el apoyo que recibe actualmente es de su familia y amigos, pero las crisis llegan a su vida, con preguntas para los cuales no tiene respuesta.

“De repente sí, se desespera uno, como qué voy a hacer. Es complicado, no se puede buscar un trabajo ni hacer otras cosas, por lo mismo cansado y lo mismo de las quimioterapias”, describe la mujer.

Explica que sus quimioterapias son de alrededor de cinco horas, a lo que se suma que no las recibe en Querétaro, sino en la Ciudad de México, por lo que deben salir, ella y su esposo, muy temprano rumbo a la capital del país y regresar muy tarde, en la noche, por lo que esos días debe dejar “encargados” a sus dos hijos. Las quimioterapias son una vez a la semana, y aunque su marido tiene seguro de gastos médicos, el traslado a la Ciudad de México también implica un gasto significativo, como en los alimentos y esto ha trastocado su economía y vida familiar desde que lidia con dicha enfermedad.

“Llevo 12 quimioterapias semanales y me faltan cuatro, que son cada 21 días para después hacerme una nueva revisión y que me digan cuál es el proceso”, dice Karen, que ha resentido el tratamiento.

Explica que se siente cansada, aturdida por tanto medicamento, “inútil, porque en mi caso es tanto lo que me dan que son días que no puedo manejar, hay días que la luz me molesta, hay días que no quiero estar con nadie. Anímicamente se siente uno mal, pero es pensar que es temporal y que vamos a salir adelante”. Por todas las complicaciones referidas, Karen trata de vivir el día a día, pensando que dejará la enfermedad en el pasado. Tiene motivos para seguir adelante: de 10 y 12 años.

Apoyo incondicional

Para enfrentar la batalla más complicada de su vida, Karen se acercó a Grupo Reto Querétaro, institución de asistencia privada que brinda apoyo a mujeres con cáncer, tanto emocional como de detección, pues cuenta con el equipo necesario para llevar a cabo algunos estudios.

Patricia Gutiérrez González es enfermera voluntaria en Grupo Reto, institución con más de 22 años en la entidad, cuya matriz se ubica en la Ciudad de México, aunque se manejan de acuerdos a las necesidades de la localidad donde se ubican.

“Tratamos de ayudar a todas las mujeres que tengan algún problema de cáncer, tanto con posición económica buena y solvente, como a aquellas personas que se encuentran en comunidades. Tenemos relación con las diferentes comunidades de Querétaro, Amealco, Pedro Escobedo y en general de todo el estado. Incluso vienen (mujeres) de Jalpan de Serra a hacerse sus mastografías”, abunda la enfermera.

Incluso, Patricia, enfundada en una bata color rosa, dice que han ido al penal femenil para llevar sus servicios a la comunidad que ahí se encuentra. Cuando se ha detectado algún caso, dice, han acudido a las instalaciones de Grupo Reto a hacerse mastografías y tener un seguimiento. Para acudir a estos sitios deben de pedir autorización, lo que no se niega, y cuyo trabajo con la población carcelaria, dice Patricia, es muy satisfactorio.

“Nos abren la puerta. Pedimos permiso, cubrimos todos los requisitos y es algo muy bonito ayudar a esa mujer que aparentemente está olvidada. Hacemos papanicolau, densidometrías y mastografías, pero nos dan permiso, con tiempo y todo, para que salga la mujer de prisión y se hagan la mastografía; algo que no pueden hacer dentro de la centro penitenciario, por el equipo que se maneja”, explica Gutiérrez.

Patricia precisa que como enfermera está acostumbrada a estar cercana a personas con algún dolor, aunque las satisfacciones que encuentra con su trabajo voluntario son muchas, pues puede dar palabras de aliento y ayudar a las pacientes.

“Tengo la oportunidad de ver a las pacientes al día siguiente de su cirugía, el día que le quitaron su seno y que en ocasiones están totalmente destrozadas, piensan que la vida se acabo. Llegas y les hablas de todo lo que pueden hacer, que tienen que mover ese brazo y de que tienen que pararse, seguir adelante. Hablamos de una prótesis, primero eventual, luego interna”, asevera.

Agrega que muchas veces las mujeres a quienes acompañan en el proceso, les preguntan cómo supieron que las habían operado y en dónde, pues en todas las instituciones públicas de salud tienen acceso, justo en ese momento, en el que es crucial que tengan información y acompañamiento. “Intentamos quitar ese miedo, son unas grandes mujeres”, finaliza.

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