Radiadores por aquí, llantas por allá. Motores, cajas de velocidades, puertas, defensas, rines, parabrisas, asientos, distribuidores de gasolina, alternadores, frenos, suspensiones, autos enteros, todo cabe en un yonke sabiéndolo acomodar. Un cementerio de autos numerados con el año de fabricación pintado en un costado, vehículos colocados en interminables hileras, unos totalmente desarmados, otros todavía completos pero inservibles, así permanecen más de 600 automóviles dentro de un deshuesadero.

Sitio ideal para los dueños de autos particulares, camiones, camionetas, cualquiera que busque piezas específicas —ya usadas— para reparar su vehículo a un precio mucho menor que el comprar una pieza en la agencia o donde se vendan refacciones nuevas.

Lugar de compra-venta de automóviles viejos, en todo tipo de condiciones. Un lugar que para El Johnson, sobrenombre del encargado del lugar, no deja espacio para el aburrimiento “porque siempre hay algo qué hacer, más cuando se está a pie de carretera”.

Un negocio que gracias al reciclaje de autopartes existe y subsiste. Un espacio donde todo tiene un precio y nada se desperdicia, ya que si algo no es reutilizado, se vende como chatarra, por lo que siempre hay una ganancia.

Este lugar es prueba de que la vida útil de un automóvil no termina cuando deja de circular, como se pensaría comúnmente.

Mauro Moya González es el encargado del Yonke Pepe’s, aunque todos lo conocen como El Jonhson.

Sobre la carretera Libre a Celaya, antes del límite entre el municipio Corregidora rumbo al estado de Guanajuato, es donde se encuentra el local de varios metros de profundidad, que alberga varios centenares de vehículos desde hace cinco años que abrió el negocio.

Es uno de las decenas de deshuesaderos que se encuentran sobre la autopista y que sobresalen ambos lados con lonas o anuncios que forman parte del paisaje a la hora de que los automovilistas entran o dejan el estado.

“Nos encargamos de la compra de carros viejos, descompuestos, desvielados y todo lleva su proceso. Un carro llega aquí y lo que se puede vender se vende y lo que no, se recicla, si alguna pieza está todavía en buenas condiciones se vende, mientras lo que no se vende por separado se junta y después viene la chatarrera, lo comprime y se lo lleva”, comenta Moya González.

El Johnson, contó, lleva más de siete años dedicado a la venta de autopartes. Antes de llegar a Pepe’s, ya trabajaba en este rubro, donde en la mayoría de los casos, sus clientes son automovilistas particulares.

“También hay amigos que trabajan como coyotes y consiguen carros, porque todo es un negocio, ellos se ganan una lanita, entre todos se reparte la ganancia, empresas son muy pocas las que llegan a vendernos, pero la mayoría de los clientes son automovilistas locales”, explicó el trabajador, detrás del escritorio donde atiende a los visitantes.

Después de su fragmentación, normalmente, de un vehículo se puede recuperar 75% de su peso entre materiales férreos y no férreos (cobre, zinc y aluminio). El 25% restante, una mezcla constituida por plásticos, vidrio, caucho y textiles.

“Lo más que llegan son carros enteros pero viejos, lo que la gente ya no quiere, pero aunque son modelos antiguos hay algunas de sus piezas que todavía están buenas y el chiste es reutilizar las cosas más que nada.

“Incluso el aceite que sacamos de los autos también se recicla, lo compra una persona que lo usa para curar tablas, no es caro, pero lo hacemos para no contaminar los pisos”, indicó el encargado del local.

El sol, su mayor enemigo

Su trabajo, Mauro lo define como cualquier otro, el cual no presenta complicaciones operativas, pues todo depende del flujo de los clientes. Sin embargo, las condiciones climáticas son el mayor enemigo para él y los cinco trabajadores que atienden el lugar.

“La intensidad del sol es lo peor que enfrentamos”, aseguró al tiempo de mostrar sus dos manos, que en ambos lados, desde la muñeca hacia los dedos, presenta un color distinto al de su brazo, debido a la constante exposición a los rayos solares.

“Uso sudadera normalmente durante el día porque el sol es muy potente, también los chavos usan sudaderas y gorras para cuidarse, porque es mucho tiempo el que pasan aquí, eso es lo más complicado, de ahí en fuera, en general es un trabajo interesante todos los días”, agregó Mauro Moya.

“Diario hay un carro nuevo, siempre hay algo que quitar, que desmontar, aquí no se aburre uno, aunque hay épocas difíciles pero en general se sale adelante”, afirmó durante su plática con EL UNIVERSAL Querétaro.

Un negocio en el que El Johnson también explicó, es variable de un día a otro, pues no hay algún artículo o material que se busque constantemente.

“No hay algo en especial que pidan los clientes, en sí todo se ocupa, porque la gente busca una llanta, una batería, un faro, una puerta, se puede presentar cada día un cliente que pide una cosa distinta, aquí no hay algo en específico que se venda más, sino que es conforme a la necesidad de la gente”, reveló.

Evitan adquirir autos robados

Mauro le llama a Alex. Son casi las 19:00 horas y a comparación de los otros deshuesaderos de la zona que intentó visitar esta casa editorial, en Yonke Pepe’s todavía hay servicio y los clientes llegan en busca de autopartes.

Uno de ellos solicita un distribuidor para un Shadow. El llamado a Alex, uno de los empleados, es para que atienda la solicitud, pues por otro lado, otro cliente vespertino le solicita un rin 14 para un Fiesta.

Mientras se atienden los pedidos, a Mauro se le pregunta ¿qué tanto llegan autos robados y qué hace en esos casos?, por lo que dijo que la persona que vende, forzosamente debe entregar sus papeles, su factura, “sino, no se compra porque es muy penado”.

“Han querido vendernos carros robados mucha gente, llegan, se paran y piden 5 mil pesos por un carro, pero al no tener papeles se les indica que no se puede comprar, es un requisito indispensable, pero es bastante gente la que ha llegado a vendernos autos robados. En verdad son muchos los que llegan así, pero son muchos problemas si aceptas, gente que quiere vender un coche en 3 mil pesos, casi los regalan cuando traen una bronca encima”, reconoció.

Su política de compra en ese sentido, ha servido para que Mauro tenga todo en orden y sepa bien la cantidad de autos que ahí se encuentran, un control que facilita las cosas a la hora de la atención de los clientes. “Todos los carros tienen números y colores, por lo que se tienen los expedientes de todos los autos que están aquí, eso nos sirve para organizar y demostrar que todo está en regla porque nos han caído chequeos de Inspección Municipal pero no hacen nada porque todo está en orden”.

Son más de 600 automóviles los que se encuentran en este deshuesadero queretano, con diversos modelos entre los años de 1970 al 2000. Por eso, para El Johnson sitios como éste son una gran alternativa para los automovilistas, sobre todo por el ahorro que representa.

“Como la economía está inestable la gente viene con nosotros y busca un carrito viejo, para muchos que no están en posibilidades de comprar uno nuevo, nosotros somos una buena opción porque incluso a muchas personas les da por armar su auto viejo”, añadió.

Son filas y filas de estructuras de autos las que esperan en el cementerio. Vehículos que no están muertos, sino que esperan una segunda oportunidad para que, completos o por partes, puedan transitar de nueva cuenta por las calles del estado. Un lugar que no deja tiempo para el aburrimiento, pues la variedad de autopartes y los precios bajos, hacen que diariamente el negocio esté en constante movimiento.

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