Aquella llamada telefónica recibida durante una húmeda madrugada marroquí sólo fue la cristalización de un sueño albergado por Pablo Barrera desde hace varios meses, cuando empezó a familiarizarse con la banca cruzazulina. No es que el atacante sintiera que su ciclo en La Máquina había terminado, pero anhelaba más minutos que los otorgados por Luis Fernando Tena.

Lo que explicó su alegría al ser informado que sería nuevo jugador del Monterrey, club en el que —de entrada— se le ha ofrecido la posibilidad de luchar por la titularidad. Eso es suficiente para el mexiquense, quien ya presentó los exámenes médicos correspondientes con los Rayados.

El Cruz Azul siempre será especial para él. Hace dos años y medio lo rescató de la pesadilla que era su aventura por Europa, mas ser suplente nunca le ha agradado.

“Quería salir para tener más minutos”, confiesa el mundialista en Sudáfrica 2010. “Gracias a Dios, se presenta Monterrey, que me da esa confianza y ahora hay que aprovecharla”.

Lo que no pudo hacer con los Cementeros, cuya directiva, cuerpo técnico y afición siempre mostraron fe en su capacidad.

Diversas lesiones en las rodillas y la intermitencia que suele condenarlo despedazaron el idilio. Apenas jugó 583 minutos en el Apertura 2014. De hecho, sumó 877 durante todo el año, en cuanto a Liga, muy poco para alguien que sueña ser pieza clave.

Campeón con los Pumas en el Apertura 2009, Pablo anhelaba ayudar a bordar la octava estrella en el escudo celeste. Fracasó, al igual que decenas de jugadores durante los más recientes 17 años, lo que impide que el adiós sea dulce. Se marcha con la boca seca.

“Me hubiera gustado quedarme más tiempo en Cruz Azul”, reconoce, nostálgico. “Hubiera querido ser campeón, pero se presenta este nuevo reto y hay que aprovecharlo”.

Finaliza una historia de claroscuros, la cual inició durante el verano de 2012, cuando el Cruz Azul le fichó, procedente del West Ham de Inglaterra.

Además de pasarla mal con los ‘Hammers’, el canterano universitario tuvo un discreto paso por el Zaragoza, más allá del respaldo que siempre le dio Javier Aguirre.

Fue entonces que La Máquina iluminó su camino, ese que hoy se dirige a la capital neoleonesa.

No fue monarca con los celestes, pero considera que su paso por el club estuvo “bien. A pesar de circunstancias que son parte del futbol, la califico bien. Me hubiera gustado ser campeón de Liga. Hubiera estado mejor”.

En especial porque habría garantizado un sitio en la inmortalidad azul.

Ahora, sólo es parte de la inmensa lista de hombres que no pudieron sanar a la institución de la ‘malaria’ que padece desde hace más de década y media. Quería ser un histórico del equipo, pero el dolor que le provoca la suplencia pudo más.

También agradece el apoyo del ‘Flaco’, quien “me felicitó, [me dijo] que la pase bien en estas fechas y me deseó suerte en mi nuevo equipo”.

Al que llegará con la etiqueta de “refuerzo importante”, tal como sucedió en el Cruz Azul, club del que se quería ir antes de realizar el viaje al Mundial de Clubes.

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