LEÓN.— La final del futbol mexicano es capaz de dividir familias, tal y como le pasó a los Jesús Martínez. Padre e hijo se volvieron seres irreconciliables por 90 minutos, porque la corona está en la mitad del campo y sus equipos se lo pelean.

Cada uno llegó por su lado. El hijo, presidente del León, acudió al Nou Camp con unos lentes obscuros, a bordo de un elegante automóvil blanco. Su progenitor lo hizo aparte, con discreción, aunque con la playera del Pachuca puesta, en señal de que esta vez es tuzo y no gritará los goles del León como alguna vez lo hizo.

Una vez dentro del estadio, el joven Martínez fue a su lugar en el palco de honor del coso guanajuatense. A su lado, los hombres de su confianza, aunque lejos de su padre, quien ocupó el lugar destinado a la directiva visitante. Cada quien a lo suyo, para no levantar mayores suspicacias ni polémicas en torno de una final entre clubes hermanos.

Previo al encuentro, en León, se dejó en claro el repudio al hermano mayor con abucheos ensordecedores. La afición de los Panzas Verdes despreció a los Tuzos, porque la corona está en disputa.

Actitud inclemente que resintió el papá Martínez. Apenas salió el gran jerarca del grupo empresarial que posee a los dos finalistas a la cancha y los reproches hacia su persona eran claros, contudentes.

Martínez Patiño caminó sobre el césped rumbo a la porra tuza. Saludaba y agitaba la mano para mostrarse ante su porra, la de los 300.

Pero el coso leonés estaba por llenarse, previo al encuentro de ida de la final del Clausura 2014. Los asistentes, orgullosos de portar la playera de verde, notaron la presencia del mandamás pachuqueño y de inmediato le lanzaron reclamos, silbidos y señas ofensivas.

El dirigente tuzo tomó con tranquilidad el recibimiento local. Lo entendió como una prueba de que ser dueño de los dos finalistas no implica que a la gente le dé lo mismo quién salga campeón.

“Esto lo ganan los jugadores, es lo bonito del futbol”, comentó.

El directivo perdió protagonismo cuando los equipo salieron a calentar. El público prefirió enfocarse a molestar a los hidalguenses.

La final de la multipropiedad tuvo como el gran ausente a Carlos Slim. El hombre más rico de México y poseedor de 30% de Grupo Pachuca, no asistió al estadio León, debido a que recibirá un premio de telecomunicaciones en Europa.

Muchos de los aficionados esmeraldas lo extrañaron, pues lo han considerado un amuleto de la buena suerte. “Desde que llegó, nos ha ido mejor, la vez pasada le ganamos la final al América y cuando viene nos va bien”, comentó previo al partido, Gabriel Juárez, seguidor de los Panzas Verdes.

Acerca de la posibilidad de una final “arreglada”, cuestión que los dirigente del Pachuca y León se han encargado de descartar, el aficionado esmeralda dijo que “eso sólo ellos lo saben”, pero no dejará de alentar a su Fiera y despreciar con abucheos, reclamos y mentadas al “hermano mayor” que quiere arrebatarles la corona del futbol mexicano, como al menos así lo ha anticipado en el juego de ida.

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