Tildado de frío hasta por Joseph Blatter, presidente de la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA), el corazón de Cristiano Ronaldo dos Santos Aveiro (5 de febrero de 1985; Funchal, Portugal) pudo provocar que ni siquiera se escribiera el prólogo de uno de los libros más fantásticos en el futbol contemporáneo.

Protegido desde pequeño con el fin de cuidar las innatas cualidades que tiene, al hoy ganador del Balón de Oro le fue detectada una arritmia cuando tenía 15 años de edad.

Ya integraba las fuerzas básicas del Sporting de Lisboa, club con el que debutó en 2002, gracias a una operación para estabilizar sus latidos, cuya frecuencia era demasiado alta en reposo.

Mal diagnosticado tras un examen de rutina. No había más camino que el quirúrgico, vía láser, por lo que su madre, Dolores Aveiro, autorizó el ingreso al quirófano. Lo hizo vía telefónica. Radicaba en Madeira, archipiélago ubicado a casi mil kilómetros de la capital lusitana.

Salió del hospital esa misma tarde y regresó a los entrenamientos unos cuantos días después. Primeras muestras del portentoso físico que hoy le tiene encumbrado como el mejor jugador del planeta.

La potencia y velocidad que desarrolló, sumadas al virtuosismo que enseñó desde la infancia, conforman a un verdadero atleta capaz de hacer magia con los pies, aunque el trayecto no fue sencillo.

Obsesionado con mejorar su desempeño, Cristiano Ronaldo, cuyo segundo nombre es en honor al ex presidente estadounidense Ronald Reagan, ídolo de su padre, Dennis Aveiro, mutó en un experto del acondicionamiento físico, plus que le permite marcar diferencia sobre el lienzo verde.

Donde sólo Lionel Messi está al mismo nivel. Antagonistas por naturaleza, su rivalidad ha sido llevada fuera de la cancha.

Esa recia personalidad por la que Blatter le llamó El Comandante le generó animadversión en millones de aficionados, quienes prefieren la siempre humilde postura de La Pulga, mas el corazón del europeo no sólo late con la frecuencia normal de un deportista de alto rendimiento... También se lastima con injusticias y tragedias.

Después del tsunami que devastó a Indonesia en 2004, viajó a la nación asiática con varias camisetas de la selección portuguesa, el Manchester United (club en el que jugaba), zapatos de futbol y balones autografiados. Artículos subastados con el objetivo de generar recursos económicos para ayudar a la reconstrucción del país. Se recaudaron 120 mil dólares.

Siete años después hizo lo mismo con la Bota de Oro que ganó por ser el mayor goleador en Europa. Los beneficiarios fueron niños palestinos de Gaza, zona bombardeada por tropas israelíes. La ganancia alcanzó los 2 millones de dólares.

Es padre de un pequeño de tres años, con el que vive, aunque la identidad de la madre es desconocida. La prensa inglesa asegura que es una camarera estadounidense, versión nunca confirmada por un hombre considerado metrosexual y soberbio, pero con un corazón que late normalmente y también sufre.

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