Kristian Álvarez y Néstor Vidrio estaban desesperados. Le exigían a Omar Esparza que tomara la marca del recién ingresado Jerónimo Amione. Para cuando el zaguero rojiblanco lo hizo, el ex delantero del Atlante ya había servido el balón que Joao Rojas empujó (78’).

Desaforado grito que hizo olvidar la tormenta que caía en el estadio Azul desde una hora antes. El Cruz Azul por fin se liberó del yugo rojiblanco, no sin antes sufrir demasiado... Y recibir un empujoncito arbitral.

Primera victoria de La Máquina sobre el Guadalajara (3-1), como local, en la más reciente década. Manchada por la pifia del asistente Marvin Torrentera en el primer tanto de los locales, aunque con aroma a justicia por el dominio ejercido durante el cuarto de hora final, ese en el que los visitantes bajaron la guardia.

Las Chivas pudieron reponerse al mazazo que significó la primera anotación de Rojas (35’), esa gacela tan rápida hasta para la vista del juez auxiliar, quien no se percató del claro fuera de juego en el que estaba, tras recibir el suave pase de Christian Giménez.

Motivado por su reciente convocatoria a la Selección, El Chaco estaba dispuesto a marcar diferencia ante el equipo más mexicano. Se quedó corto, a diferencia de Amione, cuyo primer contacto con el esférico representó el anhelado triunfo por el pueblo azul.

Para entonces, Rafael Márquez Lugo había empatado el marcador con aquel penalti señalado por la quizá involuntaria, pero determinante, mano del colombiano Luis Amaranto Perea.

Que el futbol mute en burdo símil de ballet acuático sobre la cancha del Azul empieza a hacerse costumbre. El defensa central colombiano se enfilaba pleno a cortar la pelota, mas se resbaló y la detuvo con el antebrazo derecho. Si no sucedía, Carlos Fierro habría quedado solo ante Jesús Corona.

Único pasaje dulce para un Rebaño Sagrado tan sobrado de corazón como falto de imaginación. Pese a que su goleador marcó el tanto, Fierro sobresalió del resto... Y no necesitó de mucho para llevarse ese honor.

Marco Fabián volvió a deambular sobre el lienzo verde, al igual que Miguel Sabah, quien recibió unos cuantos minutos, ya con el duelo finiquitado.

Realidad diametralmente opuesta a la de los Cementeros, cuyo revulsivo llegó disfrazado de desconocido. Por eso, los zagueros centrales de las Chivas pidieron al Negro Esparza que se encargara de él en cuanto sustituyó al abucheado Pablo Barrera.

El lateral derecho, habilitado en la otra banda, reaccionó muy tarde, al igual que Luis Michel y Abraham Coronado, desarmados ante la velocidad de Rojas, quien coronó su mágica tarde con el servicio que Amione sólo empujó la pelota hacia la red.

Con siete minutos por jugar, dos goles eran mucha diferencia para el Guadalajara, ese que lucía muerto desde que el habilidoso ecuatoriano firmó su primer doblete como cruzazulino.

Las únicas muestras de sangre por parte de las Chivas fueron las protestas al silbante Roberto García por otro supuesto “off-side” de Rojas. El único que no se inmutó fue Vidrio, quien sabía que él, con un pequeño toque, lo había habilitado en buena posición.

Delirio de una parcialidad que fue minoría en su hogar, lo que no le impidió gozar la liberación con la victoria. Su Máquina cementera superó al Guadalajara en casa... Por primera vez en 10 años, y puso en duda la continuidad de Benjamín Galindo como DT de Chivas.

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