Toluca.— Es 15 de septiembre de 2012. Julio César Chávez Jr. se baja del ring del Thomas & Mack Center de Las Vegas sin el cinturón mediano del CMB, su paso invicto y las ganas de continuar en el boxeo. Sergio “Maravilla” Martínez lo derrotó en 12 rounds. El argentino le arrebató todo al mexicano que en ese momento ni el hambre de gloria le quedó.

El fracaso tambaleó al Jr. Se flageló en una cadena de excesos que incluyeron doping por mariguana, abandono de sus concentraciones, sobrepeso antes de una pelea, discusiones con su padre y acusaciones de violencia doméstica. El “Hijo de la leyenda” fracturó, arrastró el legado y apellido del “gran campeón mexicano”.

Cuatro años después de aquella triste noche del Grito de Independencia de 2012, a Chávez Jr. le retorna el hambre de gloria. A 3 mil kilómetros de distancia de la ciudad del pecado, en Toluca, Estado de México, Julito se inyecta del espíritu triunfador que la altura mexiquense le otorgó a su padre.

"Tengo ganas de ser volver a ser el mejor peleador del mundo" , dice enfático Chávez Carrasco, quien entrenó la semana pasada en Toluca, en un gimnasio que no esperaba su visita y ante la mirada de niños que practicaban karate. El Jr no contó con un ring de boxeo.

El combate del próximo 6 de mayo en Las Vegas contra Saúl Álvarez es la última gran campanada que escuchará Chávez Carrasco si no sale con el brazo en alto.

Derrotar a la figura mexicana más mediática de la actualidad, le abrirá las puertas de la élite. El triunfo está en el poder de sus puños y en la disciplina que pueda demostrar en la soledad que otorgan los 3 mil 200 metros sobre el nivel del mar del Centro Ceremonial Otomí, su templo durante 45 días donde pagará penitencias por su desenfreno.

Su padre nunca perdió una pelea que preparó en el Otomí, lugar donde Julio deberá forjar su físico y mente para vencer al “Canelo”.

“A todos ‘nos cae el veinte’ en algún momento de la carrera y pues desgraciadamente perdí con ‘Maravilla’. Mi meta ya no era ser el mejor. Me desmotivé mucho. No me importó el boxeo, pelee por pelear”, dice Chávez Carrasco mientras se alista para el entrenamiento en el Gimnasio Agustín Millán.

Los meses posteriores al pleito con “Maravilla”, fueron un tormento para el primogénito del “César del boxeo”. El pensamiento del retiro casi lo noquea. En cuenta de protección, el Junior se levantó y un año después retornó al ensogado. Lo hizo con triunfo sobre Brian Vera que causó molestia entre el público y especialistas que consideraron que el estadounidense mereció más por parte de los jueces.

“No me cuidé de la manera correcta. Sí entrenaba, a veces decían que no entrenaba, pero nadie puede pelear sin entrenar. Alguien que se sube al ring sin preparación y en el primer round se cae. No me cuidé de la manera correcta”.

El 18 de abril de 2015, luego de 13 meses de inactividad Julio volvió al encordado profesional. Lo hizo en peso semicompleto. La báscula no era amiga del mexicano y pagó las consecuencias. El polaco Andrez Fonfara lo mandó a la lona en el noveno asalto y aunque Chávez se levantó con valentía, determinó no continuar. Segunda derrota y primer nocaut en su andar.

Fonfara se volvió un fantasma para el Jr. En medio de varios problemas personales, Julio quiso quitarse aquel peso lo antes posible y tres meses después en El Paso, Texas, se enfrentó con su compatriota Marcos el “Dorado” Reyes.

En 10 asaltos y por decisión unánime, Chávez Carrasco sumó su triunfo 49, pero descendió con la mano izquierda fracturada y el ánimo otra vez en la lona.

“Muchos no saben, fueron dos operaciones las que tuve en la mano, tuve tres clavos en mi mano y yo pensé que nunca iba a volver a pelear. En ese tiempo me dio mucho miedo no volver hacer lo que me gustaba. Ahí fue cuando dije que esos pequeños detalles de no prepararme bien se tenían que ir. No valoré lo que tenía”.

Al golpear de nuevo el costal y darse cuenta que aún lo puede hacer con la misma intensidad, Chávez asume el reto por él y también por su familia. El par de hijas que tiene lo motivan día a día. Con suficiente edad para entender, quiere que sus menores no escuchen más que su padre está en problemas.

“Yo ya tenía a mi hija Julia cuando perdí con Fonfara, pero era chiquita y no sabía nada. Pero ahora me ve y ya sabe lo que sucede. Quiero que mi hija no escuche cosas malas de mí. Quiero que mi hija escuche comentarios buenos. Tengo otra hija que tiene 11 años y haré lo mejor por ellas”.

Sin calificar si es justa o no la oportunidad de enfrentar al “Canelo”, el Jr. se limita a decir “yo voy a salir a pelear y ganar como siempre. Lo que sí es que tengo ganas de volver a ser el mejor del mundo”.

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