Chicago.— El sueño se hizo realidad. Tras décadas de privación, los fanáticos de los Cubs de Chicago estallaron en gritos de júbilo a las 11:47 de la noche del miércoles, tiempo local, y salieron a las calles a festejar por haber ganado una Serie Mundial de Grandes Ligas, algo que no lograban en 108 años.

Y el ayer seguían las parrandas.

Los aficionados que inundaron las calles la noche del miércoles saltaron de alegría de nuevo al recibir una caravana del equipo en Wrigley Field.

Estallaron en gritos y aplausos cuando el primera base Anthony Rizzo alzó en los brazos el trofeo.

La celebración, por supuesto, no fue fácil: Cuando el partido quedó empatado en la octava entrada, muchos seguidores de Chicago estaban seguros de que les aguardaba otra noche de despecho. En lugar de ello, al final del partido salieron gritando y llorando de alegría.

“Cuando el partido quedó empatado pensé que ya, se acabó, [los Cubs] perdieron”, relató Mike Dillon, un ejecutivo bancario que vio el juego en un bar cerca de Wrigley para compartir la experiencia son correligionarios. “Cuando ganaron, no lo pude creer, de hecho llegué a la casa y me puse a ver las noticias para que lo confirmaran”.

Muchos fanáticos relataron los sacrificios que hicieron para ver de cerca este momento.

“Me embarga la emoción cada vez que pienso en ello”, dijo Lashawn Bennett, de 57 años y quien fue diagnosticado con cáncer de la garganta el año pasado.

“Es un momento histórico que jamás pensé que yo iba a ver”, agregó.

Los seguidores que se habían amontonado en bares para ver el juego en televisión cerca de Wrigley Field celebraron a los pies de estatuas de íconos del equipo como Banks, Billy Williams, Ron Santo y el legendario comentarista Harry Caray.

Al concluir el juego, el estruendo de la fanaticada en los bares y las calles fue ensordecedor. La multitud cantaba a todo pulmón la canción “Go Cubs Go”, del compositor local Steve Goodman y que se ha convertido en un himno para los seguidores del equipo.

“¡Qué tortura!” exclamó Mike Delmanowski, un empedernido fanático de los Cubs que vino desde California sólo para disfrutar el momento. “No me lo hubiera perdido por nada en el mundo”.

Su esposa Sue agregó: “Me siento orgullosa de poder ser parte de todo esto”.

A medida que avanzaba la madrugada, la multitud se alejaba de Wrigley, cantando We are the champions. Se tomaban fotos, abrazándose y llorando de alegría. Otros usaron tiza para escribir frases de felicitación en las paredes de Wrigley Field, incluso parándose en los hombros de algún colega para conseguir algún espacio donde escribir.

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