“Estamos en peligro de perder una visión internacionalista del mundo y creo que algo como el Premio Nobel ayuda a unir a las personas a un nivel internacional”, dijo ayer en una improvisada conferencia de prensa en su casa, el escritor británico de origen japonés Kazuo Ishiguro, ganador del Premio Nobel de Literatura 2017.

Esa opinión resume las convicciones del narrador de 62 años, autor de siete libros de novelas y uno de relatos (publicados en español por Anagrama), cuya obra está marcada por temas como la memoria, el tiempo, el autoengaño y la ilusión.

Miembro de un grupo de escritores en lengua inglesa, aunque nacidos en otros continentes o hijos de migrantes, y destacado por los críticos como un autor que apela a la memoria con sutileza, ayer, al ser interrogado acerca de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, dijo: “Vivimos un periodo de la historia donde todo el mundo se está mirando a sí mismo y las personas en sus comunidades intentan separarse”.

Se trata de un Nobel que continúa una línea de reconocimiento a autores que defienden un ideario claro. Llega después de los concedidos a la bielorrusa Svetlana Alexiévich en 2015 y del cantautor estadounidense Bob Dylan en 2016, con quienes Kazuo Ishiguro comparte una posición crítica frente a regímenes e ideas conservadoras que se han instalado en el mundo con mayor fuerza cada vez.

Ishiguro, quien no figuraba en las apuestas por el galardón, fue descrito por la secretaria permanente de la Academia, Sara Danius, como “un novelista brillante” que ha desarrollado su propia estética y “un magnífico artista de la lengua”.

Nacido en Nagasaki, Japón, en 1954, Kazuo Ishiguro ha desarrollado una obra en la literatura y también en el cine; la música es forma y fondo de sus obras. Su literatura ha estado marcada por la postguerra y también por la migración.

En 2016, tras la votación en Inglaterra para separarse de la Unión Europea, el escritor expresó en una entrevista a Financial Times su pensamiento político a favor de la integración y su enojo por los resultados; recordó que al llegar a Inglaterra cuando era un niño, no existía entonces la diversidad de inmigrantes que en los años 70 y 80 comenzaron a establecerse en ese país; celebró que en Gran Bretaña no surgieron partidos racistas y que el país soportó el embate de agitadores tal como resistió, en la primera mitad del siglo XX, el fascismo que se imponía en todo Europa. Entonces llamó a un segundo referéndum, “para aislar a los racistas que hoy creen ilusoriamente que han ganado”.

El autor de The Remains of the Day (Lo que queda del día), una de sus obras más destacadas, dijo que el Nobel le llega en un momento en el que el mundo afronta incertidumbre sobre sus valores, liderazgo y su seguridad. “De una manera muy pequeña, confío en que algunos de los temas que he intentado abordar en mi obra —sobre historia, no ya solo sobre mi memoria personal, sino sobre la manera en que países y naciones y comunidades recuerdan su pasado y sobre con cuánta frecuencia entierran los recuerdos incómodos del pasado— sean de ayuda al clima que tenemos actualmente”, argumentó ayer.

La historia.

Ishiguro vivió en Japón hasta 1960; en Reino Unido estudió Filología Inglesa y Filosofía en la Universidad de Kent. Su primera novela, A Pale View of Hills (Pálida luz en las colinas) hizo que saltara a la fama de la noche a la mañana. Publicada en 1982, se enmarca en Nagasaki (el escritor no volvió a Japón hasta cumplidos los 30).

El autor creció junto a sus dos hermanas en Guildford, al sur de Londres. Su padre trabajaba como investigador marino y ni él ni su madre tenían mentalidad de inmigrantes. “Siempre pensaron que algún día regresarían a casa”, contó.

Ishiguro descubrió su pasión por la literatura ya en la escuela primaria, cuando se aficionó a las novelas de espías. A la par de los estudios universitarios, en los pueblos de Londres probaba suerte como guitarrista, cantante y pianista. Viajó por Estados Unidos y Canadá y después fue trabajador social en Londres, ayudando a personas sin hogar.

Con Lo que queda del día, en 1989 se llevó el premio Booker; la película homónima fue protagonizada por Anthony Hopkins y dirigida por James Ivory. Según contó a The Guardian, escribió la mayor parte del libro en tan solo cuatro semanas. “No hacía más que escribir, de 9 de la mañana a 22:30, de lunes a sábado”. Sin embargo, su última novela, El gigante enterrado, le llevó 10 años.

En sus obras más recientes, el escritor de 62 años ha ido introduciendo cada vez más elementos de ciencia-ficción, género en el que incursionó con la distópica Nunca me abandones. La novela, que gira en torno a tres amigos en un internado donde nada es lo que parece, también fue llevada al cine.

Su obra ha sido traducida a más de 40 idiomas en los que lleva millones de ejemplares vendidos.

Además del cine —ha escrito varios guiones para la pequeña y la gran pantalla—, la música es otra de sus pasiones. Entre sus “héroes” figuran Leonard Cohen, Joni Mitchell y Bob Dylan, con quien ha discutido “infinitamente” sobre la relación entre literatura y música, como dijo a The Guardian.

La escritura.

Todo comienza con los sentimientos. Y él, cerca del final, sabrá si luego plasmará en el papel una novela histórica, de ciencia ficción o relatos, dijo alguna vez el escritor. Ishiguro experimenta en sus textos, pero también puede ser conservador. Es un constructor de puentes, y eso fue lo que también lo convirtió en la elección ideal para el jurado del Nobel de Literatura.

Su idioma materno era el japonés, pero domina como pocos el de Shakespeare. Nada parecía predestinar al autor de siete novelas a convertirse en un maestro de las letras inglesas, a las que llegó por azar.

Este extrabajador social de 62 años afirma que la literatura llegó por azar a su vida, tras realizar un curso de escritura creativa en la universidad de East Anglia (Norwich, Inglaterra). “Esto puede sonar como algo aburrido, pero (la escritura) no era necesariamente lo que quería hacer”, dijo a Financial Times en 1995.

Su literatura refleja su doble cultura, aunque se reivindica como autor occidental.

“Ha revelado, en novelas de una poderosa fuerza emocional, el abismo que hay bajo nuestro ilusorio sentimiento de confort en el mundo”, comentó la secretaria de la Academia, Sara Danius. “Si mezclamos a Austen con Kafka, obtenemos a Kazuo Ishiguro”, señaló. Agencias

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