El martes 14 de mayo por fin se disiparon las dudas respecto a la reforma constitucional en paridad de género.

En votación unánime e histórica, el Senado de la República avaló una serie de modificaciones a la Carta Magna que sientan las bases de un gobierno más representativo, incluyente y equitativo; un gobierno que no sea exclusivo de un solo género, sino que represente la pluralidad característica de México.

Lo que se aprobó en esa sesión, no fue solo un capricho de las legisladoras, ni mucho menos un “placebo” para calmar las voces de las feministas; sino que representa un cambio estructural en la conformación del Estado Mexicano y un reflejo de un nuevo paradigma, cuya institucionalización demanda la sociedad.

El respeto a la capacidad y liderazgo de las mujeres es característico de una nación democrática y madura, representa el reconocimiento a los sacrificios que han hecho a lo largo de la historia por conseguir aquello que por derecho les corresponde.

La reforma plantea cambios significativos, pues además de introducir el lenguaje de género como presupuesto básico de igualdad, permite que, en todos los cargos públicos, de los tres niveles de gobierno y de todas las instancias, se procure tener un verdadero equilibrio en el reparto, no solo de funciones y cargos públicos, sino en la toma de decisiones.

Es claro que en los últimos veinte años, la mujer se ha abierto camino en la conquista de sus anhelos y objetivos, demostrando que no sólo está hecha para limpiar, barrer y cuidar a los hijos, sino también para encabezar proyectos, aportar conocimiento, experiencia y esfuerzo, en la construcción de un futuro sostenible.

Si bien es cierto, los cargos públicos deben ser ocupados por quienes demuestren tener la mejor preparación y habilidades, también lo es que las acciones afirmativas impulsadas hasta ahora, como las que nos ocupa, han sido resultado de una simulación libremente aceptada, donde la mujer siempre queda en segundo lugar, no obstante su probada capacidad.

¿Cómo pretendemos que exista igualdad, cuando desde el disparo de salida la mujer corre en desventaja, cuando las posiciones, candidaturas y decisiones están controladas por varones?

Esa realidad nos ha orillado a impulsar y respaldar reformas como la que nos ocupa, reformas que no deberían ser necesarias si se respetara en esencia el principio de igualdad que ordena el artículo 4º Constitucional.

Así que, para los que aún siguen vacilantes sobre el tema y están deseosos de señalar responsables, los invito a recordar lo que en su momento escribió la gran poetisa Sor Juana Inés de la Cruz: “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis”.

Por último, aplaudo y me congratulo de la meta alcanzada en el Senado de la República, esperando que dicha reforma transite sin problema en las demás etapas del proceso legislativo y deseosa que toque puerto en mí entidad federativa, con la firme intención de apoyarla y defenderla.

Diputada local del PRI @AbigailArredondoRamos

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