La semana pasada, en este espacio, escribía sobre la importancia que tiene la educación, como el máximo valor para diseñar nuestro futuro. En este sentido, resaltaba que la iniciativa del nuevo gobierno federal de borrar de un plumazo la reforma educativa, podía detener el desarrollo de cientos de miles de estudiantes en México.

En paralelo, se dio a conocer el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2019, donde se estableció que las universidades públicas, entre ellas la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), tendrían un recorte en su presupuesto.

Se trataba de otra falta grave del gobierno entrante en contra de la educación, que ponía en peligro la estabilidad económica y académica de las máximas casas de estudio de todo el país.

Inmediatamente, los rectores, los académicos, los alumnos y los impulsores de la educación en México levantaron la voz, exigiendo que el Ejecutivo Federal diera marcha atrás y atendiera las necesidades de las universidades públicas.

Una de las voces más críticas fue la de Teresa García, rectora de la UAQ, quien junto con las 14 unidades académicas de la Universidad, exhortaron al Presidente y a la Cámara de Diputados Federal a no disminuir el presupuesto 2019:

“La Universidad Autónoma de Querétaro manifiesta su preocupación y rechazo a la política que el Ejecutivo Federal ha mostrado hacia las universidades públicas. La educación pública superior es posible gracias al esfuerzo y liderazgo académico de estas instituciones.”

De esta forma, la UAQ demostró una preocupación real por el bienestar de su comunidad educativa —y la de todo el país— y se convirtió en un contrapeso real, dotando de validez democrática a sus exigencias y ejerciendo una participación activa en la vida pública nacional.

En este misma línea, se pronunciaron otras universidades de México, entre ellas la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien expresó un fuerte descontento:

“La sorpresiva e inusitada propuesta de reducir el presupuesto de la UNAM en más de seis por ciento no corresponde a la trascendente e importante labor de la institución de enseñanza superior más grande de América Latina, ni al esfuerzo cotidiano que realiza para atender a una comunidad de más de 350 mil alumnos”.

Unos día después, el Presidente decidió enmendar el error de su gobierno y acató las demandas de rectificar el presupuesto de las universidades. Si bien, el precedente de intentar rectorar este presupuesto pone de manifiesto una aproximación equivocada hacia la materia educativa, lo más importante es el resultado positivo de una sociedad activa y vigilante.

En México no podemos cruzarnos de brazos. Los pesos y contrapesos que puedan ejercer los ciudadanos son fundamentales. Las universidades, los estudiantes, las organizaciones civiles y, en general, todos los que estamos preocupados por el futuro de México, tenemos la responsabilidad de ejercer una participación sustancial en la vida pública nacional.

Si las universidades —como la UAQ y la UNAM— no se hubieran puesto de pie, muy probablemente el gobierno federal no hubiera corregido su error, y la vida académica de México hubiera sufrido un fuerte retroceso.

Pero esto no fue así. Se luchó y se ganó. Este es el camino —tanto en este sexenio como en los que vendrán—de construir un país más democrático y libre. La responsabilidad de procurar un mejor mañana para México no es, únicamente, del gobierno… es responsabilidad de todos.

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