El daño colateral ocasionado por la pandemia arrasa y abarca muchos problemas graves para la sociedad. Además de los enormes daños económicos, está el doloroso aumento de la violencia intrafamiliar, las afectaciones a la salud emocional, el disparo de las enfermedades mentales y el abuso de sustancias adictivas.

La semana pasada, Hans Kluge, director de la Organización Mundial de la Salud en Europa, defendió con firmeza la necesidad de mantener las escuelas abiertas. Habló de evitar con las medidas ya conocidas (tapabocas, sana distancia y lavado de manos constante) el confinamiento a toda costa. Insistió en que la suspensión de clases debe ser una medida de último recurso.“Debemos asegurar la enseñanza para nuestros hijos", subrayando así que los niños y adolescentes no son impulsores principales del contagio y que el cierre de las escuelas no es efectivo para nadie. Orgulloso declaró que el hecho de que en Europa las escuelas lleven abiertas casi cien días seguidos es un motivo de profunda satisfacción.

Kluge señaló también que, si el uso de las mascarillas supera el 95 % entre las personas, no es necesario permanecer en casa. Enfatizó desde la sede de la OMS en Copenhague, que cuando se le da un uso inferior al 60 %, “es difícil evitar los confinamientos”.

En México y en buena parte del mundo, los niños siguen encerrados y frustrados. Mientras el transporte público, los aeropuertos y los establecimientos de ocio operan casi como si no existiera el virus, las escuelas están cerradas. Los esfuerzos para impartir educación a distancia no suplen ese espacio en el que los menores aprenden, conviven y se desarrollan.

El presidente Andrés Manuel López Obrador, ha pedido a los países de la cumbre del G20 que eviten “el confinamiento excesivo” por la pandemia. Ha hecho esta petición después de que México alcanzó el millón de casos y superó los 100 mil muertos por Covid. Hay un aumento en hospitalizaciones y se acerca un frío invierno que traerá consigo un aumento en las enfermedades respiratorias. Pensar en la reanudación de algunas actividades en este contexto es polémico y muy complejo. Sin embargo, es importante que la educación no quede hasta el final de las prioridades.

Las restricciones sanitarias se han flexibilizado para evitar un mayor daño a la economía. Minimizar el impacto para los niños, debería también interesar a todos. Se estima que muchos menores abandonarán definitivamente la escuela. Mientras más tiempo se prolongue el cierre, mayores probabilidades hay de que así sea. Evitar esa deserción es muy importante. Urge evaluar cuidadosamente las consecuencias de la suspensión de clases; no vaya a resultar peor el remedio que la enfermedad. La vida sigue y en la nueva normalidad debemos adaptarnos a los cambios, todos unidos, con el tapabocas puesto.

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