El cuestionamiento acerca de la naturalización de la desigualdad social y política, no deriva de la voluntad divina, ni es consecuencia de la desigualdad natural entre los hombres, al contrario su origen es resultado de la propiedad privada de la riqueza y de los beneficios que ese ejercicio otorga. La relevancia de visibilizar y profundizar algunos elementos desdibujados nos enfrenta a la urgencia de resolver la pregunta por el tipo de sociedad en la que deseamos vivir y queremos construir para futuras generaciones. Justicia es una palabra con una gran carga ideológica e histórica que incluye todos los discursos y las prácticas humanas. Hoy convive junto a otros conceptos como ciudadanía, democracia, bienestar, comunidad, reconocimiento, derechos, equidad, etc., todo lo cual configura un escenario complejo en la discusión sobre la justicia social en el Estado moderno, democrático y constitucional.

Interesarnos en un concepto tan multívoco como el de la justicia, permite leer la multiplicidad de sentidos que se atribuyen a la noción de la palabra y a la extraordinaria confusión que provoca su uso. Cada uso que se le da al concepto es cuestionado si se observa a la luz de los fenómenos políticos, económicos y jurídicos de la sociedad contemporánea, donde el aumento de la pobreza, la violación de los derechos humanos, sociales, económicos, políticos, culturales y ambientales, el aumento de la desigualdad entre países y al interior, es parte del paisaje en que viven millones de personas, y que cada día parece más normal.

El Estado liberal-socialdemócrata donde el Estado asume una función activa de preocupación por las necesidades de la sociedad, es un concepto que se ha desarticulado por el nuevo modelo económico del mundo, sin embargo, este modelo de organización, también se vuelve más necesario frente a las inconsistencias del mercado; un mercado que, está construyendo sociedades más cerradas, en medio de procesos supuestamente abiertos como la globalización, las redes de comunicación, y los derechos humanos, que producen escenarios caóticos como la pobreza extrema, que según cifras oficiales afecta al 10 por ciento de la población mundial; en rango de “muy preocupante” en el África subsahariana, según un informe del Banco Mundial, lo cual representa unos 702 millones de personas, que subsisten con menos de 1.90 dólares al día; o la cifra dada a conocer por la Secretaría federal del Trabajo en nuestro estado, que califica a más de 120 mil jóvenes queretanos entre 15 y 25 años de edad como ninis, porque están sin trabajo y sin oportunidades educativas.

En México, los partidos están lejos de superar la crisis que enfrentan; se han distanciado de la sociedad, ante la falta de justicia, y cada vez la propuesta política adquiere menos sentido para el ciudadano, quien asume el voto de castigo, o el abstencionismo como protesta. Sin embargo y a pesar de que los partidos están sumidos en una crisis institucional, sería deseable que emergieran fortalecidos de la crisis, pues como lo afirma Duverger, difícilmente podríamos encontrar un régimen político más satisfactorio sin la participación de los partidos políticos.

En Querétaro el PRI vive una etapa de crisis; queda claro que la crisis no se circunscribe exclusivamente al triunfo del PAN en las pasadas elecciones, ni mucho menos que se haya superado con la recuperación de la Presidencia de la República en 2012. Quien opine lo contrario estaría en un completo error, pues dejaría de apreciar otros elementos de análisis; desde luego, la de mayor peso fue el distanciamiento de sus principios y de su base militante, que llevó al PRI a su desmantelamiento en Querétaro, para darle paso a la falacia del gobierno mediático y de encuestas que ejercieron el ex gobernador José Calzada y su grupo. En términos de Reyes Heroles, el PRI estaba llamado a construir un desarrollo integral en Querétaro, pero se desaprovechó la oportunidad y la sociedad fue muy dura al calificar en las urnas la falta de resultados, pero sobre todo, se castigó el escenario de mentiras, irregularidades y corruptelas que se generaron entre algunos funcionarios del sexenio que hace unos días terminó.

En Querétaro, el PRI está obligado a voltear la vista, y hacer un ejercicio de evaluación de los últimos 6 años y las 3 elecciones que se abarcan en este periodo, para encontrar la respuesta más acabada para afrontar y superar la crisis. Esta recomposición del PRI solamente podrá tener éxito, mediante la construcción de una fórmula más eficaz de integración de todos los militantes y sectores, de sus bases de apoyo y con el ejercicio congruente de la acción política como una oposición responsable a nivel estatal y municipal. Para ello, lo primero es renovar el consejo político estatal de manera plural y equilibrada, de manera que todas las corrientes tengan voz y peso significativos, para evitar imposiciones en la dirigencia estatal, y luego replantear el duro y corto camino que habrá que recorrer para llegar a la siguiente elección como una opción viable para el electorado.

Abogado y profesor en la Facultad de Derecho de la UAQ

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