Los estudios en materia de movilidad urbana indican que la tendencia mundial a preferir el uso de automóvil particular sobre otros medio de transporte aún subsiste, lo que significa que de continuar así, para 2025 la emisión de bióxido de carbono proveniente de esta fuente se incrementará en función de un 30% en comparación con las cifras arrojadas para 2005. Si ya para este año los niveles de contaminación en las grandes ciudades eran preocupantes en materia de salud pública, ¿qué podremos esperar de continuar así en el futuro?

Por descontado está que las formas de traslado más eficientes desde el punto de vista ecológico son el caminar y usar la bicicleta; sin embargo, están supeditados a una distancia que no supere los 8 km de acuerdo con los expertos y por supuesto a las condiciones climáticas imperantes, de manera que en ciudades dispersas como la nuestra en ocasiones puede resultar poco viable. Los diversos sistemas de transporte colectivo son entonces cruciales en el combate eficiente y económico de los problemas ambientales en las grandes urbes.

Existe una gama muy amplia de alternativas: el autobús urbano, el tranvía o tren ligero, el metro, el tren urbano y regional, el monorriel y el teleférico, así como otros tantos que difieren en capacidad o modalidad pero que al final su objetivo es transportar  a una mayor cantidad de personas en un medio de transporte compartido.

A pesar de contar con todo este repertorio de posibilidades, en las grandes ciudades mexicanas aún se privilegia el uso del auto particular y es que la calidad del transporte público, particularmente el autobús urbano que es el medio más extendido, aún deja mucho que desear.

Los beneficios de un transporte público eficiente pueden ser múltiples.  En principio implica un ahorro económico, pues se reduce el gasto de gasolina, seguro, reemplacamiento y mantenimiento del auto. Paralelamente se beneficia nuestra salud pues se calcula que quienes utilizan la red de transporte público hacen en promedio tres veces más ejercicio que aquellos que lo hacen en auto particular, por lo que supone caminar a las paradas de transporte y al destino final, además de que se reducen los niveles de contaminación, lo que al final del día repercute en nuestra salud.

Asimismo, y por sorprendente que parezca, viajar en transporte público también resulta más seguro. En 2013 el  INEGI reportó 5,005 accidentes en transporte de pasajeros frente a 15,667 en automóvil particular dentro de zonas urbanas y suburbanas para el Estado de  Querétaro. Considerando que más de un 60% de la población utiliza el transporte público este dato resulta significativo.

El transporte público también influye de manera indirecta en posibilitar el acceso al trabajo, servicios y alternativas de esparcimiento a la población de menos recursos, lo que genera una sinergia en términos de desarrollo económico  y social pues acerca las distancias entre los miembros de una comunidad y favorece su integración.

En suma, sólo promoviendo un sistema de transporte público eficiente y de gran calidad se puede dar el giro hacia una movilidad urbana sostenible. Si no cambiamos nuestra forma de trasladarnos de un sitio a otro en 2050 estaremos enfrentando niveles de contaminación del doble de lo que son en la actualidad y cada vez pasaremos más tiempo en embotellamientos que con nuestra familias con el coste social y de salud que conlleva. Solucionar los retos que esto supone es tarea imperativa para enfrentar exitosamente el futuro que se nos dibuja.

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