En las democracias presidenciales la mayoría de los presidentes son elegidos directamente mediante sistemas de mayoría relativa o mayoría absoluta con doble vuelta.

En el método de mayoría relativa el candidato que obtiene el mayor número de votos se convierte en ganador, cualquiera que sea su porcentaje de votación. Para determinar el vencedor se toma en cuenta el criterio posicional, esto es, el orden según el rango de votos, solo hay un ganador.

La elección del presidente mediante el sistema de mayoría con segunda vuelta establece un umbral o porcentaje de votos como criterio para determinar el ganador (el 50% de los votos emitidos) y una segunda ronda electoral, en el caso de que ningún candidato supere ese umbral, entre los dos que hayan recibido más votos en la primera votación. Para la elección de candidatos a la segunda vuelta se aplica, como en el sistema de mayoría relativa, un criterio de restricción estrictamente posicional, basado en el orden de la llegada en la elección preliminar: los dos candidatos con más votos en la primera vuelta. Para dirimir la decisiva votación final se sigue la regla de que el ganador es el candidato más votado.

En días pasados, la senadora Beatriz Paredes Rangel presentó una iniciativa con proyecto de decreto por el que se propone adiciones a los artículos 81, 84 y 99 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en materia de segunda vuelta electoral para la elección del presidente de la República.

Expone que los sistemas electorales democráticos pretenden favorecer elecciones abundantes, o sea, reducir a su mínima expresión el abstencionismo, así como que los elegidos obtengan la mayoría de votos del total de los electores. La mayoría absoluta no es fácil de lograrse en un régimen multipartidista, por lo cual se integró a los sistemas electorales el ballotage o segunda vuelta electoral, que asegura que el triunfo electoral sea necesariamente por mayoría absoluta, pues en la segunda ronda sólo compiten los dos candidatos que obtuvieron en la primera ronda las más altas votaciones.

Para la senadora es imperioso, para asegurar la estabilidad —y con ello la paz— transitar hacia un sistema de mayoría absoluta, que salvo excepciones como las vividas en las últimas elecciones presidenciales, difícilmente repetibles, debe ir acompañado de segundas vueltas, que aun favoreciendo a los partidos más grandes, “induce a la creación de alianzas para el logro de las mayorías absolutas de votos”. Esto se vincula igualmente con el hecho de que el presidencialismo funciona mejor si existe una alianza popular refrendada con el voto y si además se llama a la ciudadanía para que, en una nueva reflexión y con otros elementos de juicio, calibren con su voto la más alta investidura representativa de la República.

Por ello, establecer la institución de la segunda vuelta exige una inteligente combinación de los aspectos cuantitativo y cualitativo de la mayoría, o sea, que obtenida la mayoría absoluta en la primera vuelta es innecesaria e inaplicable una nueva ronda.

La segunda vuelta asegura una mayoría absoluta, legitimidad indiscutible de quien tiene el triunfo, no obstante lo competido de los comicios; mayor claridad y precisión en la oferta política y en la plataforma electoral, en beneficio del electorado y de la sociedad en su conjunto; un impulso a las alianzas electorales, pues serán el combustible del motor gubernamental para el diseño y establecimiento de políticas públicas consensuadas, legislación y nombramientos de amplio apoyo; así como el refuerzo a los demás elementos del sistema político. El sistema de dos vueltas trae consigo partidos flexibles que moderen sus discursos a lo largo de las campañas y suelen castigar la política extremista.

En las próximas entregas seguiremos tratando este tema que tiene muchas vertientes, por lo tanto genera diversas opiniones.

Ex presidente municipal de Querétaro y ex legislador federal y local.

Google News