Yo era un joven de familia numerosa y de clase baja, como millones en nuestro país, estudié en escuelas públicas toda mi vida y desde niño conocí lo que era trabajar para ganarse el sustento. En mi medio nadie viajaba a Europa, ni se hablaba mucho del Viejo Continente, algunos pensaban que Suiza y Suecia eran el mismo país, tampoco tenía amigos allá, ni relación alguna con lo que estaba al otro lado del Atlántico.

Europa era muy lejano, muy extraño, no venía al caso, Miguel de la Madrid era el presidente de México, del PRI dominante y absoluto en ese entonces; en nuestro país existía la corrupción y se hablaba mucho de ella, ya habíamos pasado del “arriba y adelante” de Echeverría y del imprimir billetes de forma brutal de López Portillo, eran las resacas del boom petrolero, las devaluaciones asunto cotidiano, el gran fraude de la bolsa, las épocas del “desarrollo estabilizador”, Oaxaca, Guerrero y Chiapas eran los estados más pobres del país.

A los 16 trabajé de mensajero en una refaccionaria, por casualidad escuché a los dos hermanos, dueños de la refaccionaria, relatar a sus amigos las andanzas de su reciente viaje: “Londres, esto, París el otro, Roma aquello”, esa plática hizo voltear no solo mi tiempo sino mis anhelos por conocer qué había del otro lado del mundo. Recuerdo que mi papá notaba esta inquietud y me regaló un Atlas. Me visualizaba, como aquellos jóvenes dueños de la refaccionaria, transpirando Europa. Me obligué entonces a que todos mis recursos se destinaran no solo en conocerla, sino vivirla. Lo logré y estuve allá casi seis meses, mi mundo y mentalidad se expandieron muchos porcientos arriba de 100, mi conocimiento y comprensión del mundo fue diferente, yo era orgullosísimo mexicano, pero ahora me sentía ciudadano universal. Era 1984 y contaba 24 hermosos años, México era el mejor país del mundo, así lo percibía y tenía la perspectiva para comparar: Inglaterra, Francia, España, Suiza, Alemania, Austria, Italia, eran en verdad hermosos, interesantes, con muchísima historia, con mayor urbanismo, modernidad y orden, pero siempre encontraba un argumento a favor de mi país.

Dejé amigos en el Viejo Continente, regresé a México diferente, así lo expresaba y así actuaba. Lo mío siempre ha sido la empresa, los negocios, ahora pensaba en grande, mi país era la mejor opción, lo tenía muy claro. Con todos los recursos con que contábamos: la riqueza cultural, nuestra posición geográfica, el clima ¡Cómo no! En aquellos años permanentemente aparecía en mi mente el titulo de la portada de un libro turístico que esperaba al huésped en la habitación de un hotel que decía: “THE AWAKENING GIANT”, “EL DESPERTAR DEL GIGANTE”, refiriéndose a México ilustrando el encabezado con pozos petroleros, fábricas, sembradíos, playas, altos edificios, etc. Mi energía de aquellos años llenaba de ilusión el porvenir y me hacían soñar con una patria progresista, urbana, moderna, sin miserables, sin ignorantes, sin injusticia.

El Revolucionario Institucional estuvo en el poder 70 años, Lázaro Cárdenas y la expropiación petrolera, pasando por Miguel Alemán y su modernización, la locuacidad de López Mateos, el movimiento del 68 de Díaz Ordaz, hasta ahí México progresaba en lo económico, subrayo en lo económico, mas no en lo político ni en lo social, después Echeverría, López Portillo, De la Madrid, 18 años en donde la corrupción aumentó considerablemente, se pusieron los cimientos para lo que vendría después: se desperdició el petróleo que es de todos los mexicanos, en corrupción, ineficiencias y grupos sindicales. Carlos Salinas prometió poner al país en el primer mundo, al irse el país quedó en una crisis gravísima, muchísimos mexicanos perdimos nuestras casas, empresas, nuestros autos, nuestro patrimonio. Años de trabajo nos costó regresar al país al lugar en donde estaba antes de que él gobernara, un priista más y en el 2000 un poco menos de la mitad de los mexicanos creímos y votamos por el cambio que prometió Vicente Fox, él y su partido resultaron un petardo, más de lo mismo. Regresó el PRI con el gobierno más abyecto, frívolo, cínico y despiadadamente corrupto que hemos tenido. Viraje, ahora a la izquierda, las cosas no parecen mejorar, no tenemos más justicia, no tenemos menos violencia, tampoco mejor educación, hay más pobreza y batallamos para mantener la democracia que hemos logrado.

Comencé este texto contándoles que de joven pude conocer varias ciudades de Europa, y por circunstancias de la vida he vivido algunos años de mi vida en otros países, y me he dado cuenta la grandeza del pueblo mexicano. Pero no te hablo de los Aztecas o de los Mayas, no te hablo de Juárez o de José María Morelos, no, no, querido lector, yo hablo de ti, de Raúl, de Juan, de María, de Guadalupe, de Alejandra, de Ayari, de Roberto, de Federico, de Brian, de Guillermo, de Cecilia, de Jonathan, de Ana, de Lucrecia, de Tere, de Javier, de Luz, de Sofía, de Enrique, de Beto, de Mario, de Alma, de Juan, de Blanca, te hablo de la grandeza de todos los mexicanos que día a día salimos a trabajar, a crear, a producir, a subir el PIB, a estudiar, educar y mantener a nuestros hijos, a nuestras familias, a nosotros mismos, a mantener a nuestro país. Los mexicanos somos inmensos, me consta cómo en otros países el Estado ayuda a sus ciudadanos con créditos, con tarifas, con justicia, con tiempo, con facilidades, con educación, con transporte. En México todo, todo, es más difícil, más caro, más lento, burocrático, hasta peligroso. Desafortunadamente pero real, en México los que salen adelante son gente a toda prueba, todo terreno, han pasado por todo, todo les costó más, en todos los aspectos y lo que no progresan tienen un aprendizaje dolorosísimo y permanente.

En mi opinión desde hace más de 100 años México no ha tenido un estadista con visión de país, que le interese el bien y el futuro de este. De la ciudadanía han salido bailarines y bailarinas de ballet, cantantes de ópera y directores de orquesta, escritores nobel, grandísimos pintores y escultores, reconocidos arquitectos e ingenieros, astronautas, científicos, lo mismo clavadistas, taekwondoínes, pesistas, judocas, marchistas, campeones olímpicos, futbolistas que brillan en cualquier equipo, campeones de Fórmula Uno, golfistas, actores, chefs, actrices, comediantes, empresarios, inventores, en las artes, los deportes, la ciencia, la economía, eventualmente tenemos uno o varios personajes hombres y mujeres de clase mundial que brillan con luz propia, pero no hemos tenido políticos de clase mundial.

Ya estoy en la tercera edad, el gigante no despertó, Oaxaca, Guerrero y Chiapas siguen siendo los estados más pobres de nuestro país, además ya no es seguro recorrer muchos de ellos. Los mexicanos inmensos mantenemos al país y al grupo obeso de políticos, mas no estadistas patriotas. La respuesta es: ¿un líder?, ¿un sistema?, ¿una doctrina?... ¡quién lo sabe! Nuestra patria y nosotros somos tan grandes que en esta o en alguna generación, el gigante despertará porque México lo merece, lo merecemos.

SOBRE EL AUTOR

Arnoldo Caballero es egresado del IPN. Se dedica a los negocios y a la educación media superior. Alumno  del taller Letras a Granel.

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