Parte 12

Ha pasado un mes desde que Ximena salió del hospital, Tomás se recuperó más rápido y también se encuentra en casa, bueno en casa de Raúl.

Veamos qué ha sucedido a lo largo de esta cuarentena con nuestros personajes:

Eduardo y Sofía mantienen su acuerdo prematrimonial, después de varios intentos de reavivar la pasión, se dieron por vencidos, no se puede resucitar lo que jamás ha tenido vida. Él se ha dedicado a invertir en los parámetros que conlleva “la nueva normalidad”, sabe que en cualquier momento pueden auditarlo así que debe estar listo. La energía y satisfacción que le brindan las horas de trabajo, no se comparan ni con el cuerpo de la bella Ximena desnuda a su lado. Es difícil tener a su cargo más de 300 empleados y en estos tiempos pareciera ser una labor titánica, pero la personalidad energética de Eduardo puede con este tipo de retos, además ¡ya pudo volver a su oficina! ¡Privacidad por fin! Hoy Ximena no existe en sus pensamientos, hoy la libertad de poder sentarse en aquel sillón de piel color marrón, contestar llamadas, reactivar operaciones, le llena, lo hace sentirse útil, vuelve a estar vivo. Sofía es la más sonriente porque su marido yace en la oficina, puede entonces volver a sus días de compras porque ¡ya abrieron las plazas! Y ella, quien deposita su fe en manos chamánicas, se siente fuerte ante cualquier enfermedad, no hay temor, es tiempo de hacer las compras porque el viaje en el crucero se acerca.

La Beba, mejor amiga de Sofía, esposa de don Antonio, acompaña a Sofía de compras y quieren ponerse al día. Conversan sobre las otras amigas, porque siempre es mejor hablar de los demás que de uno mismo, ¿por qué querrían hablar de sus insatisfacciones sexuales cuando pueden destrozar a las chicas del coro a distancia? Juzgar siempre es mejor que ser juzgado.

—Amiga qué bueno verte por fin, no es lo mismo por más que uno le sepa a la tecnología eh, para nada es lo mismo. ¿Te tomaste el té de muicle que te mandé con tu chofer? Oye, qué raro verte un chofercito así, medio naco, ¿no?

—Ay amiga, pues prácticamente me lo impuso mi marido, ni cómo decirle que no, pero mira sirve para lo que es. Me lleva y me trae, es puntual, no se pasa de listo y sí es medio naco, pero es educado. No se le puede quitar la pinta de jodido tampoco con un baño Sofi, así es la gente pobre, siempre se ven así, mugrosos. Y sí, el té me lo he tomado desde que comenzó este desmadre y ¡qué maravilla, oye!, hasta siento la piel como más tersa, todo en mi cuerpo te juro amiga que ha cambiado.

—Te lo dije, mi chamana no se equivoca con lo que me da, con eso y la alimentación que llevamos va a ser muy difícil que nos podamos enfermar.

—Pues deberías darle el té a la Eleonor, creo que leí que sirve en las dietas, ¿no? La pobre tiene meses diciendo que está en la dieta keto y claro que no.

—Ay Beba, el té es un suplemento alimenticio, tampoco es milagroso. La Eleonor se tiene que operar, no hay de otra, ya le pasé el número de mi cirujano porque la pobre ya piensa que su marido tiene una amante.

—¿Con todo y cuarentena?

—Amiga a los hombres no los detiene un bichito, son animales y buscan satisfacer sus necesidades más la bestia con la que se casó la pobre, pero bueno. ¿Qué sabes de Karlita?

—Pues tampoco creas que anda muy bien, eh, está a nada del divorcio del futbolista.

—¿Cómo crees? ¿Por qué?

—Pues porque le cachó las conversaciones que tiene por Tinder…

—Pero eso no es sorpresa, ya nos había contado, ¿no? Igual se tiene que aguantar, no tiene en donde caerse muerta la pobre —interrumpió Sofía.

—O sea, sí, pero ahora las conversaciones son con h-o-m-b-r-e-s-s-s mamacita. Y eso sí no se la puede perdonar.

—Siempre se le vio la pinta de mariconcito.

—Ay amiga, qué te cuento hablando de mariconcitos. El hijo de Marisol…

—¡No me digas!

—Sí Sofi, se metió en un broncón. Resulta que la noviecita que traía, una tal Ximena, solo la traía de pantalla…

Sofía permanecía con el semblante intacto ante la conversación, pero al escuchar el nombre de Ximena recordó el momento en el que abrió la puerta de la oficina de Eduardo el día que hacía videollamada con sus amigas y que al buscar los récords de llamadas, había una larga lista con el nombre de Ximena, se había guardado las ganas de seguir indagando, no era sorpresa que su esposo estuviera en los brazos de otra o de muchas, sino la insistencia con la que ese nombre se repetía una y otra vez.

—Y a Tomy se le pasó la mano y pues uno de los tantos amantes de la zorrita esa tomó venganza y vieras como dejaron al pobre. Pero bueno eso se cura, pero ¿lo otro amiga? Pobre Marisol.

—No sabía que se llamaba Ximena la muchachita. Ay Beba, pero es su hijo, ya en estos tiempos que se espanten por eso, es de risa. Voy a hablar con ella después.

—Pues sí, igual y puedes hacerla entrar en razón. Al final es su sangre, no puede andar el chamaco perdido por ahí. En fin, pero ¿tú cómo estás, amiga? ¿Cuándo nos vamos de crucero?

—Ya en 15 días, Beba y no nos para la boca, ven para que me acompañes a la agencia de una vez.

Sofía sabía que, al hablar con Marisol, podría obtener la información que su instinto de mujer le exigía conseguir. Aquel sexto sentido que no nos falla nunca o que ve un infierno donde no lo hay, ¿les suena?

Mauricio comienza a traer buen dinero a su casa, Norma aprende del pasado y no lo “importuna”, al contrario, ella sabe que necesita de la otra mujer para poder calmarse, para que regrese a casa sin ganas de otra cosa más que de dormir y si para eso tenía que compartir el nuevo ingreso, ella estaba de acuerdo. Mientras su marido trajera el pan a la casa, ella podía seguir en el papel mudo y ciego que ahora desempeña. Pero cuidado, aquellos sentimientos encadenados, solo pueden cosechar la más cruel de las venganzas, recordemos que es tiempo de viudas negras en los días del Imperio del Covid-19.

Juan Carlos y Regina cocinan un par de negocios, manuscritos nuevos y un viaje, al parecer hay que vivir a pesar del virus, que no se irá en uno ni en tres meses. El semáforo, como todos los semáforos que existen en nuestro país: no funcionan y no son respetados. La pareja trabaja más de lo que trabajaban antes, ¿no les pasa? Trabajamos más horas y hay días que parecen durar menos, probablemente para no caer en la locura del encierro, es mejor estar bien ocupados.

Pablo y Ximena viven su primer mes juntos como pareja, nada puede ser mejor, el encierro en la mansión de Pablo no parece existir, no en aquel lugar lleno de vegetación, silencio, áreas deportivas y de entretenimiento exclusivo. Pero hay algo que Ximena no sabe y es que Pablo ha tenido fiebre las últimas tres noches…

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