En la Semana Santa de 1966 se celebró por primera vez en Querétaro la Procesión del Silencio, a iniciativa del padre Ernesto Espítia. Participaron 35 personas y su andar fue solamente alrededor del atrio y jardín del Templo de la Santa Cruz. Hoy, la Procesión del Silencio cumple 50 años, y reunirá  aproximadamente a mil 600 penitentes, miembros de las más de 20 hermandades que caminarán por el Centro Histórico, cargando la cruz que ellos mismos escogieron.

El inicio de la Procesión este Viernes Santo está programado a las 18:00 horas, aunque desde el pasado miércoles los integrantes de las hermandades comenzaron su preparación espiritual, con pláticas y lecturas.

47 años de fe

Raymundo Regalado Olvera tiene 47 años participando en la Procesión del Silencio. Nació en el barrio de La Cruz en donde aún vive, y fue testigo de las primeras procesiones que se realizaron en Querétaro. El padre Espítia lo invitó a participar en este peregrinar y siendo apenas un jovencito aceptó, desde entonces cada año está presente con su cruz.

“Aquella época es diferente, uno era más tranquilo, Querétaro era más sencillo, uno buscaba un modo de superación personal religioso, en aquella época uno nada más iba a misa y a los rosarios, era lo único que hacía. Me invitaron y desde aquella vez no he dejado de participar“, platicó Raymundo Regalado Olvera a EL UNIVERSAL Querétaro.

La primera Procesión del Silencio se realizó con El Señor de Esquipulas. En el segundo año se integró el Señor del Santo Entierro y la Virgen de los Dolores. Con el paso del tiempo y con el aumento de los penitentes se dividieron en hermandades, cada una lleva una imagen relacionada a la celebración de Semana Santa. Hoy son más de 20 las que participan en la Procesión, pertenecientes a los barrios de La Cruz, Santa Ana y La Piedad.

En 1967, se lee en el libro “Remembranzas”, del padre Ernesto Espítia”, el interés y entusiasmo fue grandioso, por primera vez los hermanos que tomaron parte en el recorrido de la Procesión, usaron túnica, capirote, cadena en el pie derecho y cargaron su cruz”.

El señor Raymundo es miembro de la hermandad de la Santa Cruz que se caracteriza por llevar túnica blanca y capirote rojo, colores que predominan en la figura de la Santa Cruz. En los 47 años que lleva participando en la Procesión, sólo una vez no ha cargado cruz, por una lesión que presentó en una mano, esa vez le tocó ir de Cirineo (quién ayuda a los demás penitentes a cambiar de hombro la cruz o cargarla en periodos pequeños), el resto de los años ha escogido y cargado su propia cruz.

“El cargar la cruz es una cuestión personal y todo es voluntario. Los que deciden participar escogen cada quien  su cruz y es según  sus fuerzas.  Yo nada más conozco mis fuerzas y sé que si esa cruz está más pesada, sé que no voy a poder cargarla. No es para maltratar físicamente nuestro cuerpo, al inicio de la Procesión nos acusaban de masoquistas, así nos dijeron en los primeros años que participamos, obvio que es lo que menos tiene uno, es una cuestión de fe”, explicó Raymundo.

Recorrido del silencio

El andar de la Procesión inicia en el templo de la Santa Cruz, después de haber recibido su preparación espiritual,  en tres días de enclaustramiento en el mismo convento de la Cruz. Después del Viacrucis se alistan con la vestimenta, túnica y capirote. Y llegan al patio del convento en donde cada quien elegirá su cruz. Salen del templo y el recorrido empieza por la calle Felipe Luna, siguen por 5 de Mayo hasta llegar a Pasteur, bajan por Reforma hasta Juárez, suben la calle Ángela Peralta, cruzan Corregidora y el mayor reto está en subir la calle de Independencia que los llevará nuevamente al templo de la Santa Cruz.

“Dentro del recorrido uno empieza a sentir algo inexplicable, una vez yo iba cargando una cruz más pesada y a la primera cuadra ya me quería regresar, pero no sé qué pasó, se me quitó el cansancio del cuerpo, empecé a reaccionar y llegue al final, agregó Raymundo Regalado Olvera.

La Procesión del Silencio es un acto que tiene muchos significados, es una manifestación pública de luto, respeto, arrepentimiento. Los penitentes que participan son de todos los niveles socioeconómicos, pero al usar el capirote su rostro queda cubierto y todos lucen iguales, todos con la misma fe.

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