A punto de celebrar la Noche Buena, el elenco del musical Mentiras se dio tiempo para realizar una posada para conservar las tradiciones y disfrutar en equipo.

Con velas, letanías y peregrinos en mano los actores celebraron las fechas decembrinas cantando y añorando lo que en el pasado invocaba la tradición.

Georgina Levin, quien creció en Mazatlán, recordó sus posadas. “Las que hacíamos antes eran bonitas porque todos los papás de la bola de niños que nos juntábamos hacían una pastorela, entonces cada año se vestían de diferentes personajes. A mi papá una vez le tocó de rey mago, otra de Jesús, de pastor y hasta de diablito; era chistoso porque lo escribían ellos y hacían chistes”.

De esta experiencia la actriz aprendió mucho al mismo tiempo que se divertía: “Había la señora que estaba nerviosa y no se acordaba del texto, así que les decía a las demás, y los hijos encantados viéndolos”, agregó quien personifica en la obra a Daniela, además de que disfrutaba del pozole, la piñata y el ponche, así como las fogatas por el invierno y los fuegos artificiales.

Para las integrantes de esta puesta en escena, pensar en el pasado da melancolía, pero cada época tiene su encanto y lo que antes era más tradicional ahora es más actual y las posadas se convierten en fiestas.

“A lo mejor lo que extrañas es la imagen de lo que viviste en ese tiempo. Tengo una anécdota: estaba poniendo una pastorela y una de mis alumnas se luxó el pie tres días antes de empezar, el personaje era de comedia y muy importante en la obra; me lo aprendí y llegó toda mi familia de sorpresa porque alguien les avisó y fueron a verme”, dijo Paola Gómez.

La actriz también es chef, así que el hecho de cocinar con su mamá es algo que no olvida de estas fiestas, además de ir a comprar las cosas pensando en quién le gusta qué.

Marta Fernanda extraña las piñatas, cantar para pedir posada y tomar ponche con piquete.

“Mi mamá es actriz, mi Santa Claus era muy melodramático y me hacía un rally que le tocó a mi hija. Bajaba y encontraba pistas con diferentes regalos, pero era muy selectivo. Si pedía una muñeca, decidía que no era la mejor y me traía una versión de esa muñeca, y por lo general tenía que ver con algo educativo”, señaló.

Quien se confiesa como menos tradicional es Crisanta Gómez, pero sí le encanta aventarse por los dulces que caen en las piñatas y lo que más añora es entrar a la casa a la cual se pedía posada y tomar ponche para quitarse el frío.

“Lo que me hace muy feliz de Navidad es que yo era devota a Santa Claus de chiquita; a mi hermano le llevó regalos durante cinco años, y creo que la emoción de saber que te vas a dormir y al día siguiente iba a haber regalos era muy significativo, porque queríamos levantarnos a las seis de la mañana para verlos; mi hermano me iba a despertar y me brincaba en la cama y es algo que se queda en mi corazón”, indicó quien se encargaba de la variedad de canto entre sus primos.

“Mi hermana es nueve años menor. Yo era una niñota y seguía creyendo, pero cuando ya no (creía), actuaba que sí por ella. Teníamos un show en el que bajábamos las escaleras y veíamos el árbol; las dos nos desmayábamos, caíamos al piso al ver los regalos y nos abrazábamos, pero ¿quién hace eso?”, explicó Georgina.

El hecho de convivir con los vecinos en posadas inmensas y los dulces son las añoranzas de

Mary Francis Reyes; ahora no extraña tanto eso porque puede seguir conviviendo con sus seres queridos. “Tuve muchas Navidades bonitas y en una me llegó una muñeca de trapo rosa intenso, pero me acuerdo que lo bonito es que no entendía la magia, no entendía cómo había entrado Santa, si había cabido en la puerta o lo volaron, era mucha emoción y no podía explicar que además nos dejó una carta”.

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